*Este reportaje se realizó como parte de una alianza entre Mongabay Latam y LADO B
#AlianzadeMedios | Por Aranzazú Ayala Martínez de Lado B
El bosque de Cruz de Ocote es mucho más grande de lo que parece a simple vista. Al caminar entre sus altísimos pinos y encinos se escucha el viento, pero también algunas aves y los pasos de Claudia y Constantino. Ellos conocen todas las veredas y saben distinguir cuándo se sembró cada árbol.
“¿Esa cuál es? La que parece como un aguililla”, pregunta Claudia López Ramírez. Sin dudar, Constantino Cortés responde que es un quexque, una chara coroniazul (Cyanolyca cucullata), ave canora que hace un sonido muy parecido al de un aguililla, una de las varias especies que es posible encontrar en este territorio forestal, un bosque que también es sustento para 70 ejidatarios.
Claudia y Constantino saben que se puede vivir del bosque sin destruirlo. Ellos lo han comprobado desde hace 27 años.
Los 70 ejidatarios viven de la madera que les proporciona este bosque: con asesoría de especialistas forestales, seleccionan los árboles que se pueden cortar, sin que eso cause un desequilibrio en el ecosistema; venden la madera, reforestan, abren brechas cortafuego, vigilan para evitar incendios forestales y hacen rondines de seguridad.
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Las 800 hectáreas del bosque del ejido Cruz de Ocote –ubicadas dentro del municipio de Ixtacamaxtitlán, en el estado de Puebla, a 140 kilómetros de la Ciudad de México– son un ejemplo de un buen manejo forestal y de lo que la silvicultura comunitaria puede lograr para el cuidado del ambiente y la organización social.
Los ejidatarios de Cruz de Ocote no solo fortalecen su organización comunitaria para seguir con la silvicultura sostenible, también lo hacen para enfrentar lo que ellos miran como una amenaza para el futuro de su bosque y su forma de vida: dos concesiones mineras que el gobierno federal entregó a la empresa canadiense Almaden Minerals, para la extracción de oro y plata, en el municipio de Ixtacamaxtitlán.
Mantener a un bosque con vida
Desde la carretera que conecta a la capital de Puebla con Chignahuapan, uno de los municipios más turísticos de la Sierra Norte de Puebla, del lado derecho del horizonte una breve silueta de montañas anuncia que allá, a lo lejos, se encuentra el bosque.
Al empezar a subir la sierra y adentrarse a la zona norte del municipio de Ixtacamaxtitlán, aparecen más y más árboles. El bosque templado, de pino y encino, empieza a dibujarse.
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El ingeniero forestal Jesús Morales Bautista, especialista en manejo forestal y desarrollo de proyectos de captura de carbono, explica que el ejido Cruz de Ocote se localiza en la gran cuenca forestal de Puebla, una zona importante —entre otras cosas— por los servicios ambientales que presta para la región: captación de agua, conservación de suelo, captura de carbono y conservación de flora y fauna.
En este bosque de propiedad comunitaria, además del ave chara coroniazul, también es posible encontrar animales como zorras, coyotes, armadillos y cacomixtles.
Cruz de Ocote se convirtió en ejido en 1981, cuando las tierras que antes pertenecían a la hacienda ganadera de la familia Huerta se repartieron entre quienes las trabajaban.
En la década del 70, los dueños de la hacienda empezaron a tener conflictos familiares y terminaron abandonando el sitio. La gente se organizó para formar un ejido; con esa figura legal podían tener una tenencia de la tierra colectiva.
Antes de entrar al bosque está el casco de una ex hacienda que hoy es restaurado por los ejidatarios. Ahí tienen sus oficinas, una cocina, un comedor y el salón donde se realizan las asambleas comunitarias.
Constantino Cortés Martínez, presidente de Comité de Vigilancia del ejido, recuerda que en 1992 la gente comenzó a realizar aprovechamiento sustentable del bosque. Eso surgió después de que se hizo una brecha para instalar una línea de luz eléctrica, lo que implicó la tala de muchos árboles. Los habitantes pidieron permiso a las autoridades ambientales para aprovechar la madera y venderla. Se dieron cuenta que, si hacían una tala adecuada, podían mantener el bosque en buenas condiciones y, además, obtener recursos económicos.
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Para obtener los permisos para talar y vender la madera, los ejidatarios deben presentar a las autoridades ambientales del gobierno federal un programa de manejo forestal, en donde se indica cuántos árboles se pueden cortar y en qué zonas del bosque para no causar un desequilibrio al ecosistema. Todo lo realizan bajo estrictas reglas de manejo y cuidado forestal.
Constantino Cortés y Claudia Paola López Ramírez, secretaria del Comisariado Ejidal de Cruz de Ocote, explican que los ejidatarios, además de hacer rondines de limpieza y seguridad –para evitar la tala clandestina–, también realizan faenas para mantener la salud del bosque: quitan la malezas podan aquellos árboles que lo requieren y reforestan las zonas en donde se realizó un ciclo de corta. Además, en su territorio está prohibida la cacería y 100 hectáreas del bosque están dedicadas totalmente a la conservación de la flora y la fauna.
El cuidado y aprovechamiento comunitario del bosque ha permitido que en el territorio de Cruz de Ocote no se registre la tala clandestina, una actividad que sí afecta ya a ejidos aledaños.
Apostar a la silvicultura comunitaria
El ejido Cruz de Ocote vende la madera a los aserraderos que están en los municipios vecinos de Aquixtla y Chignahuapan.
El dinero que se obtiene por la venta de madera se reparte entre los 70 ejidatarios, quienes para recibir el monto que les corresponde tienen que cumplir con el reglamento del ejido y participar en las labores de limpieza, los rondines de seguridad, los trabajos de “chapeo” (retiro de maleza), además de asistir a las asambleas y participar en las reuniones.
Nadie puede tener basura en sus parcelas ni estar contra las decisiones comunitarias que se tomen en la asamblea. Cualquier falla o negativa se castiga económicamente.
Entre las obligaciones de quienes trabajan y viven del ejido están el asistir a las faenas de cuidado del bosque, y avisar cualquier anomalía que observen. Eso incluye el reporte de plagas en los árboles.
Para Claudia López Ramírez –quien empezó a trabajar el ejido hace ocho años, a partir de los derechos ejidales de su familia–, el reglamento del ejido, el cual se elaboró en forma conjunta durante una asamblea, es lo que ha permitido que las cosas avancen en forma adecuada en Cruz de Ocote.
Hacer manejo forestal comunitario no es sencillo. Uno de los mayores retos, explican los ejidatarios, es cumplir con todos los requisitos que solicitan las autoridades ambientales para otorgar los permisos para el aprovechamiento forestal.
“El ejido cambió las cosas. El ejido es de todos. Tenemos que hacer todo bien para poder seguir viviendo del bosque: en 27 años gozamos de la parte del aprovechamiento y también aprendimos cómo cuidar el bosque”, dice Constantino.
Carlos Pérez Sebastián es integrante del equipo técnico del despacho silvícola “Ocote Real”, cooperativa ubicada en Chignahuapan, que asesora al ejido Cruz de Ocote. El técnico explica que un bosque maduro no tiene la misma captación de dióxido de carbono (CO2), uno de los principales gases de efecto invernadero; es por ello que tienen que renovarse los árboles, para tener un bosque más joven.
El ingeniero Jesús Morales Bautista, especialista en desarrollo de proyectos de captura de carbono, subraya que un bosque joven es más eficiente en la retención de CO2 porque está enfocado en crecer: “Para un bosque joven la prioridad es incrementar en biomasa, por lo tanto empieza a acumular el CO2 en la madera, y el bosque maduro no le interesa ya crecer en biomasa”.
Esas dinámicas del bosque las han aprendido los ejidatarios de Cruz de Ocote, entre ellos Isabel Ojeda Alvarado, la primera mujer en ser presidenta del Comisariado Ejidal, un cargo que implica representar a la comunidad, organizar y dirigir las asambleas, así como administrar los bienes comunales.
Isabel explica con orgullo que el ejido cuenta con una certificación nacional de manejo forestal, la cual garantiza que los ejidatarios cumplen con todas las disposiciones legales y que han conservado al bosque y sus servicios ambientales.
“Nos interesa conservar el medio ambiente, principalmente —resalta Isabel—, pues de ahí vivimos. Hemos visto que las reforestaciones han respondido muy bien y pues es conservar el medio ambiente y la biodiversidad”.
La presidenta del comisariado dice que el ejido tiene varios planes para no depender sólo de la venta de madera. Por ejemplo, quieren tener un centro de ecoturismo. Ya cuentan con tres cabañas construidas en una zona profunda del bosque y esperan contar con recursos para continuar con este proyecto.
Los ejidatarios saben perfectamente que quieren seguir viviendo del bosque; tanto los más viejos como los jóvenes, como Claudia, con menos de 30 años de edad, que se han integrado a la defensa activa del territorio.
El bosque es de donde son y por el que viven.
Árboles contra minería
Hace unos cinco años, a los ejidatarios de Cruz de Ocote les llegó la noticia: en el mismo municipio donde se encuentra su bosque, Ixtacamaxtitlán, se entregaron dos concesiones mineras, para la explotación de oro y plata, a la Minera Gorrión, filial mexicana de la empresa canadiense Almaden Minerals.
“Esto tiene, aproximadamente que sabemos nosotros, ¿cinco años?”, pregunta Claudia. Constantino responde que sí, que hace cinco años se enteraron de las concesiones. Sentados en la mesa del improvisado comedor de la cocina de la oficina ejidal, en el casco de la ex hacienda, recuerdan cómo la empresa no se acercó al ejido y se enteraron por medio de sus vecinos de las comunidades de Santa María Sotoltepec y Tecoltemi.
Si bien el proyecto de la mina está desde 2001, fue hasta años después que las comunidades se enteraron que ambas concesiones abarcaban una extensión de poco más de 14 mil hectáreas. Y que los planes de la empresa eran tener una mina, a cielo abierto, en el lugar donde ahora se encuentra uno de los cerros de Santa María Sotoltepec, poblado ubicado en la zona centro del municipio de Ixtacamaxtitlán.
Los ejidatarios buscaron más información. Encontraron que dos terceras partes del territorio del ejido Cruz de Ocote se encontraban dentro de la zona que había sido concesionada a la minera. En una asamblea, decidieron unirse a las comunidades de Ixtacamaxtitlán que hicieron frente común para impedir la instalación de la mina.
“Entonces nos empezamos a unir con los compañeros para luchar contra este proyecto que no queremos que se instale. Nos unimos contra la minera porque nuestro territorio, que es muy rico en naturaleza, puede perderse por este proyecto”, remarca Claudia.
En ese entonces Isabel, actual presidenta del comisariado, fue la persona elegida para asistir a las reuniones con los demás pueblos y comunidades, en representación del ejido, y para dar la información.
En 2015, las comunidades interpusieron un amparo contra la Secretaría de Economía y el Congreso de la Unión por haber otorgado las concesiones sin antes haber realizado una consulta de manera previa, libre e informada. Pero también por haber aprobado la Ley Minera que violenta los derechos de los pueblos. Gracias a ese amparo, la concesión está suspendida temporalmente. Aunque el proceso legal continúa.
“Nosotros hemos estado siempre en contra de la mina, porque no queremos que se pierda nuestro sustento, de lo que vivimos, y con el que a la vez conservamos el medio ambiente”, dice Isabel con un tono firme.
En ningún momento su voz titubea: está completamente segura del rechazo al proyecto minero. Tanto así que hace año y medio, cuando empezó su cargo a la cabeza del ejido, inscribió junto con los demás ejidatarios un acta en el Registro Agrario Nacional (RAN), donde rechazan por unanimidad el proyecto minero.
Para Constantino fue algo lógico que todos se unieran contra el proyecto. “En el ejido fue como una medida de prevención [el estar todos contra la mina]. No queremos conflictos en Cruz de Ocote. Somos como una familia”, dice refiriéndose a la división que ha habido en otras comunidades a raíz del tema de la mina.
Diana Pérez, abogada del Consejo Tiyat Tlali –una de las organizaciones que ha dado acompañamiento legal a las comunidades en su lucha contra la minera–, explica que se han documentado varias irregularidades alrededor de la entrega de la concesión minera. Una de ellas es que no se realizó una consulta previa a las comunidades, como lo marcan las leyes internacionales.
Además, en los informes preventivos presentados por la empresa, se han encontrado discrepancias en los datos sobre el área que resultaría afectada por la actividad minera.
Mongabay Latam solicitó una entrevista con los representantes de la Minera Gorrión. Por escrito, la empresa aseguró que su proyecto no afectaría al ejido Cruz de Ocote, ya que la mina se localizaría a 3.4 kilómetros. Además, señaló que la empresa no ha realizado trabajos de exploración en la zona donde está el ejido.
En su respuestas, enviadas a través de correo electrónico, la minera señaló que su actividad no afectará la disponibilidad de agua de las comunidades, ya que para su operación utilizaría, “en primer lugar, los escurrimientos al interior del tajo [de la mina] y los flujos resultantes del laboreo”, además de que utilizaría “el agua pluvial captada, gracias a la instalación de un sistema de presas.”
El ejido Cruz de Ocote no es el único que, de un día para otro, se enteró que se había entregado una concesión minera en su territorio.
El Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible (CCMSS) ha documentado que se han entregado concesiones mineras en 42% de los núcleos agrarios del país.
En el informe “Territorios forestales comunitarios amenazados por la minería en México”, que el CCMSS publicó en 2017, se menciona que 22.5 % de los territorios con bosques y selvas del país están concesionado a la minería.
Defensa comunitaria
Las organizaciones que acompañan a las comunidades que se oponen a la instalación de la mina, denunciaron el 7 de abril pasado que representantes de la Minera Gorrión pidieron a los habitantes del poblado de Tecoltemi que “destrabaran” el juicio de amparo que esta comunidad presentó, desde 2015, en contra de las concesiones mineras. A cambio les ofrecieron empleos y el financiamiento de proyectos productivos.
Tecoltemi, al igual que el Ejido Cruz de Ocote, forman parte de la Unión de Comunidades y Ejidos en Defensa de la Tierra, del Agua y de la Vida “Atcolhua”; organización comunitaria que se formó para impedir la instalación de la mina.
El 9 de abril la minera envió un comunicado negando la versión de los pobladores de Tecoltemi y las organizaciones que les acompañan. La empresa aseguró que se había tratado de un encuentro cordial, donde se explicaron los alcances reales del proyecto.
Hasta el momento, y pese a que parte buena parte del territorio del Ejido Cruz de Ocote está dentro de la zona incluida en las concesiones mineras, ningún representante de la empresa se ha acercado a los ejidatarios.
“Saben que en el ejido no son bienvenidos”, dice Claudia López Ramírez, secretaria del Comisariado Ejidal de Cruz de Ocote. Constantino responde que la intención de la minera es llevarse el agua, aunque lo nieguen. “Ellos dicen que se va a mantener del agua de lluvia, pero el año pasado casi ni llovió, ¿de dónde van a sacar el agua?”, se pregunta.
Claudia, Constantino e Isabel han comprobado que su organización comunitaria les ha permitido conservar el bosque y vivir de él. Y así quieren seguir. Ellos no cambiarían su bosque por una mina. Y por eso, están convencidos en defender a los árboles y su territorio.
Carlos Pérez, técnico de “Ocote Real”, explica que el cuidado del bosque ha sido redituable para el ejido Cruz de Ocote y, por eso, aunque la empresa quiera vender la idea de que la minería traerá beneficios económicos, a los ejidatarios ya no los pueden engañar.
“Ellos –resalta Pérez– ya saben que tienen ingresos. No los engañan con que la minería les va a resolver sus asuntos de problemas económicos, porque saben que el bosque les genera ingresos. Además, han visto cómo han mejorado el entorno de su bosque”.
Isabel está completamente segura que la mina no tendrá ningún beneficio para Cruz de Ocote, ni para el resto del municipio. “A las personas de Santa María [donde estaría el núcleo minero] les han dicho los de la empresa que no va a pasar nada, pero va a ser mucha destrucción, una gran contaminación, y los bosques que están alrededor están en un peligro muy fuerte”.
La silvicultura comunitaria representa para el Ejido Cruz de Ocote –en palabras de Carlos Pérez–, un progreso económico y social que los ha hecho encariñarse con su territorio y organizarse para cuidarlo.
La presidenta del comisariado ejidal de Cruz de Ocote, Isabel, está segura de que su comunidad no bajará la guardia, que seguirá defendiendo a su bosque y a su territorio: “La silvicultura comunitaria en el ejido ha sido de mucha importancia, porque nos hemos dado cuenta que, de manera sustentable, la hemos llevado a cabo. De ahí vivimos y también conservamos el bosque”.
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