Búsquedas en Veracruz: el reto de hallar lo que no se ve
Los brigadistas en Veracruz tienen identificados al menos 12 lugares con rastros de las llamadas ‘cocinas’. Tienen el reto de integrar evidencia ilegible a simple vista y ampliar el análisis de las investigaciones para que los hallazgos sean tomados como indicios fundamentales
Texto y fotos: Heriberto Paredes
“Empezamos a darnos cuenta de que aquí no íbamos a encontrar muchos cuerpos, porque lo que se usó mucho tiempo fueron las cocinas”, comenta Héctor, integrante del colectivo Familiares en Búsqueda María Herrera de Poza Rica, Veracruz, luego de una larga jornada de búsqueda en un punto localizado a las afueras de esta ciudad petrolera.
“Yo me negaba a creerlo, pero es real. Uno como madre se niega pero es así y tenemos que encontrar formas de buscar aunque sea restos pequeños”, reafirma la señora Maricel, del mismo colectivo.
La persona que dio la información para poder realizar esta búsqueda del 19 de febrero de 2020, aseguró que había un lugar que había sido “la cocina” y que ahí desintegraban los cuerpos con diésel o con ácidos y luego enterraban los restos alrededor de los árboles más grandes. A pesar de buscar en muchos lugares del predio no se pudieron procesar restos óseos humanos.
La relación con los pozos de Pemex
A pesar de que para los colectivos que integran la Quinta Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas la existencia de cocinas no es algo nuevo, los procedimientos de búsqueda bajo esta lógica han representado un gran reto en estas dos semanas, en las que muchos de los puntos confirmados no arrojan algo visible.
Hasta ahora la dos posibles referencias para el uso del término cocina se refieren al uso de tambos y químicos para la desintegración casi total de cuerpos o a la elaboración de drogas sintéticas, sin embargo, en el norte de Veracruz, el primer uso es el más frecuente y señala una realidad muy dolorosa.
“Cada grupo criminal –continúa don Héctor– tiene un brazo armado y ellos operan de manera distinta, cada quien tiene su modo y las cocinas operaron más o menos entre 2008 y 2014, ahora ya hay otros grupos y lo que hacen es que los están colgando o quemando pero los dejan ahí nomás, a la vista”.
El periodo señalado remite al paso del tiempo y a la dificultad para encontrar algo, sobre todo, tomando en cuenta que de tratarse de diésel o de una mezcla de químicos, o de ambos, la disolvencia del cuerpo, la mezcla de las cenizas con tierra y el contexto de flora, fauna y clima, borra a las personas que fueron víctimas de esta violencia organizada.
Durante las búsquedas que ha tenido la Brigada, la mención de las cocinas se convirtió en una constante, una particularidad del contexto de la región en la que se desarrolla este proceso. Las avanzadas arrojaron que, en al menos 12 lugares de posible búsqueda existían las huellas de las cocinas: predios en los que había pozos cerrados de extracción de petróleo crudo o algún hidrocarburo similar, lugares donde ya no había crecimiento de vegetación, con planadas de cemento y donde había restos de guantes, tapas de algún recipiente que contenía un químico desconocido, y una costra de algún residuo negro y duro.
“Aquí las personas hablan directamente de cocinas: ‘las cocinas las encontramos en los lugares en donde hay un pozo petrolero, donde Pemex está trabajando, a veces están retirados de la ciudad y están internados en los pueblitos’”, comenta en entrevista Mario Vergara, uno de los buscadores con mayor experiencia y análisis del proceso de búsqueda de desaparecidos en fosas.
En algunos de los tambos que son usados, según testimonios de habitantes de la región, hay algún flamazo, como si se hubiera expuesto la pared del contenedor al fuego durante mucho tiempo. “Les hacen hoyos en la parte de abajo y les meten varillas, como para hacer una mezcla de parrilla y fondo de olla tamalera, pensamos que por ahí colocan los cuerpos y lo que resta lo queman de alguna forma. En una carpeta de investigación se señala a la empresa mexicana ISQUISA como abastecedora de los químicos pero desconocemos cuáles son y para qué sirven”, confía una persona que ha colaborado con información y que por temor, pide no dar su nombre y reservar los datos de su comunidad.
“Vayan a los pozos, vayan a los pozos, aquí están numerados y cuando llegamos, no encontramos nada, pero el testimonio de la gente era que en 2010, 2011, había gente cocinando gente, eso lo escuchamos”, subraya Mario al relatar uno de los procesos de búsqueda de la Brigada.
Una técnica de impunidad que se repite
La periodista Marcela Turati, en Ensayo sobre el uso del ácido, hace un recuento minucioso y certero sobre lo que popularmente se llama cocinar o pozolear. Retoma el caso de Santiago Meza López, tristemente conocido como el Pozolero, y de ello resaltaría algunos apuntes: lo primero es que las fechas en que él declara haber desintegrado al menos a 300 personas concuerda con el comienzo del uso de esta técnica en el norte de Veracruz; en segundo lugar, que el uso de sosa cáustica o de diésel y otros químicos, en el caso de los testimonios recopilados por la Brigada, determina una escuela, un aprendizaje enorme que no ocurre de la noche a la mañana y que requiere cierta especialización.
El crimen organizado en Sinaloa es abiertamente beligerante a la organización conocida como los Zetas, quienes controlaron el norte de Veracruz (siempre de la mano de las estructuras policiales, como la policía Intermunicipal), sin embargo, ambos bandos se usó esta manera de acabar con los restos humanos. ¿Quién le copió a quién? ¿cocinar o pozolear? Aún es necesario analizar y construir una narrativa que nos permita ir más allá de los hechos. Una narrativa que nos permita entender más.
Una tercera línea de vasos comunicantes entre las cocinas veracruzanas y el resto de las que se tiene noticia en otros estados es la manipulación jurídica y pericial de la que son objeto por parte de las fiscalías estatales, la Fiscalía General de la República y las comisiones estatales y nacional de búsqueda: sin restos humanos no hay delito.
Y este es el reto más grande al que se ha enfrentado hasta ahora la Brigada, cómo integrar evidencia que no es legible a simple vista y cómo ampliar el análisis de las investigaciones y búsquedas para que el contexto y los pocos restos, mínimos, como ropa, restos de incineración y la vinculación territorial con Pemex sean tomados en cuenta como indicios fundamentales. Reto enorme tomando en cuenta la amplia historia de criminalidad desarrollada por el Estado y por organizaciones diferenciadas como los Zetas.
Un ejemplo: tal y como quedó asentado en el expediente de la averiguación previa PGR/SIEDO/UEIARV/073/2011, quien se adjudica el puesto de “encargado de la plaza de Poza Rica”, Karim Muñoz Castillo, conocido como Karim, aceptó la existencia de al menos dos predios en donde había cocinas para “cocinar gente”. En este documento, emitido el 31 de agosto de 2011 por la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO) y la Unidad Especializada en Investigación de Asalto y Robo de Vehículos (UEIARV), se dan las localizaciones y las imágenes suficientes –además del testimonio de la persona detenida– para identificar estos ranchos, investigarlos y en su caso, resguardarlos para procesar pruebas que pudieran dar pistas sobre el paradero de personas desaparecidas.
Otro ejemplo: uno de los ranchos mencionados por Karim en el expediente de su detención es el Rancho del Abuelo, propiedad de Martín Guridi Hurtado, es actualmente delegado de Tránsito en el municipio de Poza Rica.
Hasta el día de hoy, estos predios no han sido ni resguardados ni investigados por autoridades estatales o federales, y si tomamos como referencia los testimonios que recopiló la Brigada en su labor de búsqueda, posiblemente hasta 2014 estos lugares habrían sido escenarios del exterminio humano de decenas de personas.
De ello no quedan casi restos visibles, porque la impunidad ha hecho todo para desvanecerlos, a pesar de que los colectivos han denunciado con anterioridad y es ahora que han tenido condiciones mínimas para poder investigar con mayor amplitud.
“En algunos lugares hay como la rueda de un bidón, negro, duro, y no hay más, pero el testimonio de los campesinos está. Llegamos a la deducción de que sí cocinaban gente pero que después de tanto tiempo no hay nada” sentencia Vergara.
Concluye Turati, como también lo hace la Brigada y como lo han hecho los colectivos que mantienen la búsqueda en el norte de Veracruz: “la consigna entre grupos criminales armados ya no es sólo matar sino borrar hasta el último átomo del supuesto adversario. Que no quede nada”.
Geoterror
Para Óscar Espino, miembro del Congreso Nacional Indígena y originario de la región norte de Veracruz, la problemática de violencia es mucho más compleja y atañe a un despojo territorial sistémico a las comunidades nahuas y totonacas que conforman lo que también se conoce como el Totonacapan.
“Las familias y las comunidades nos empezaron a decir que, además de los megaproyectos de hidrocarburos también había un geoterror, o sea, había una nueva territorialización de los grupos de la delincuencia organizada que se había adueñado de sus territorios y de sus comunidades que antes habían cedido a Pemex”.
Un nuevo despojo territorial, ahora para generar terror, ha devastado en gran medida la región y ha hecho posible que la existencia de cocinas haya sido posible y que luego de esto viniera la desintegración de la posibilidad de que cientos de personas regresen a sus casas o por lo menos haya restos para ser entregados a sus familiares.
“Primero –subraya Espino– decían sobre la tierra: no es de ustedes, es de la nación, entonces regrésennos la tierra que era de los campesinos y de los indígenas totonacos para regresársela a la nación, que porque ahí había riqueza. Y después de la riqueza, préstenos a sus hijos porque ahí los vamos a quemar”.
En la región existen varias cuencas petroleras, una es el Activo Integral Poza Rica Altamira, que es un gran yacimiento de hidrocarburo y Aceites Terciarios del Golfo, campos reactivados entre 2005 y 2006. Pemex reaccionó con muchos campos de prospección o de extracción de crudo, iguales a los señalados como cocinas.
La dinámica de estos campos es que una vez usados, los dejan y abren otro tras otro e incluyen, para su acceso, la construcción de miles de brechas. Los grupos criminales se beneficiaron de esto y usaron la infraestructura, para robo de combustible, adiestramiento de personas reclutadas y la eliminación de personas.
Además de este análisis es pertinente señalar que existe una vinculación entre la existencia de pozos petroleros en varios de los municipios en los que la Brigada realiza labores, hasta ahora se han revisado 12 puntos en donde –siempre a partir de testimonios resguardados– la existencia de cocinas está confirmada y en cada uno de ellos hay un pozo cerca o la cocina estaba situada sobre el predio de extracción.
Según información emitida por Pemex, hasta 2018 existían en la región 2 mil 117 pozos petroleros en el municipio de Papantla, y entre éste, Coatzintla y Tihuatlán, hay alrededor de 3 mil 500. La indignación de las familias crece al conocer la magnitud del despojo y la criminalidad con la que se ha construido esta región y este país.
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