Picnic en Aldama
Fotos: Isaac Guzmán
Texto: Leonardo Toledo
El sábado primero de junio un grupo de visitadoras y observadores de derechos humanos de la ACNUDH, la CNDH y la CEDH estuvieron en varias comunidades del municipio de Aldama para recoger testimonios de los desplazados que han sufrido ataques con armas de fuego por parte de grupos armados de Chenalhó. Aquí compartimos nuestra visión, primeramente en imagen y en letra posterior, de esa visita.
La caravana sale por la mañana de las oficinas del Frayba (también conocido como Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas) con rumbo a Aldama. Al frente la camioneta del Frayba, quienes fungen como acompañantes de la delegación. Detrás de ellos la camioneta de la ONU con tres personas de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH) y atrás el transporte del equipo de la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH). A la salida de San Cristóbal les espera una pick up de la policía estatal que les acompaña el resto del trayecto.
A las 9:45 llegan al crucero de Yetón, que por un lado lleva a la cabecera municipal y por el otro a las comunidades de Tabak, Cocó, Xuxchen y San Pedro Cotzilnam. Ahí se encuentran con el síndico municipal y los regidores de Aldama (junto con otra patrulla) quienes les explican el recorrido y hablan de las comunidades que visitarán. La gente de la CEDH interviene:
—Tenemos entendido que algunas son comunidades zapatistas, entonces, si viene la seguridad con nosotros, no vayan a entender eso como una provocación ¿cómo le hacemos?
El síndico explica:
—El comandante ya sabe cómo va a estar el recorrido, nos acompañan hasta la base de operaciones y de ahí ya nosotros seguimos solos. Ellos nos van a esperar ahí para el regreso.
La Base de Operaciones Mixtas había sido abandonada, pero luego del anuncio de la visita de la ONU se publicó una nota en un medio local que informaba que sería reinstalada por órdenes del gobernador. No hay, sin embargo, presencia militar, sólo un pequeño grupo de policías estatales (aparentemente menos de los que vienen en la camioneta que acompañaba a la delegación, que ahí se quedan a esperarles).
Avanzan hasta Xux’chen, a donde llegan a las 10:55. Ahí es la primer asamblea. Las visitadoras de ACNUDH y la CEDH se presentan, el síndico traduce de ida y vuelta. El presidente del comité de la junta de festejos es quien da la bienvenida y habla de la situación de la comunidad, que al ser la más alejada de la cabecera, es la que ha recibido más ataques. Platica de los cambios que ha tenido la vida cotidiana, en particular los medios de sustento: los cafetales, ubicados cerca del río, están a la vista de los grupos armados que en cuanto los ven disparan, y por ello no han podido cosechar nada. Cafetaleros sin café, sin ingresos.
Las visitadoras han solicitado entrevistas individuales y proceden a escuchar y levantar los testimonios. Pero las observadoras de la ONU hablan francés, inglés y español (y tal vez algún otro idioma), pero no tsotsil. Tampoco en el equipo de la CEDH hay alguien que hable tsotsil. Nadie. Así que el síndico se ofrece a traducir. Nunca, como en ese momento, se hace más real la expresión “traduttore-traditore!”. La mayor parte de los testimonios son presentados por mujeres, que en su propia lengua hablan del sufrimiento, de la angustia, de la sensación constante de peligro. El síndico traduce, pero —probablemente con la mejor intención— deja fuera todo lo relacionado con emociones y solo comunica cuestiones concretas y medibles. No es traductor profesional y el español es su segunda lengua, en ese camino se quedan más detalles. La visitadora también tiene el español como segunda (tercera, cuarta, quien sabe) lengua, por lo que eso que escucha deberá ser traducido en su mente una vez más. Varias traducciones: emociones a datos, tsotsil a español de Los Altos, español de Los Altos a francés… ¿quién puede saber qué quedó fuera después de todos eso filtros?
¿Por qué la CEDH no tiene un traductor profesional de las diferentes lenguas que se hablan en el estado, que además son quienes sistemáticamente ven vulnerados sus derechos? ¿Por qué no tiene visitadores que pertenezcan a los pueblos, conozcan el territorio, la cultura, los conflictos? ¿Por qué visitan comunidades donde se habla una lengua diferente al español y no llevan traductor? ¿Qué clase de protocolo de visitaduría es ese?
Porque no es solo el problema de la traducción. A lo largo del recorrido las observadoras y visitadoras demuestran un gran desconocimiento de la situación, del territorio, de las costumbres. Las asambleas y toda la parafernalia con las que se les recibe les parece un montaje, ignoran que ese es el modo en que se hace desde hace mucho para recibir a la gente del “gobierno”, ven extraño y sospechoso que la autoridad municipal, muy bien vestido, con su celular a la cintura y sus plumas plateadas en la bolsa de la camisa, insista en tratar de convencerles de que todo está bajo control.
Pero los testimonios siguen, pausadamente. Se presentan dos heridos. A uno de ellos la bala le atravesó la pierna y el otro tiene todavía la bala incrustada. Otros testimonios denuncian que el apoyo del gobierno no ha llegado. “Prometieron enviar maíz, pero no llega, o a veces llega pero luego ya no”. Un joven complementa informando que tampoco ha llegado el Prospera.
El conflicto les ha arrebatado la principal forma de sustento, que es la producción de café. El gobierno no ha entregado los apoyos prometidos ante la emergencia. Así que la gran mayoría de las familias —las unidades domésticas, dirán los antropólogos— viven de los ingresos de la producción textil. Al trabajo en el telar le han entrado los hombres, aprenden un oficio nuevo y le dedican todo el tiempo posible. Las manos de campo ahora tienen que pasear entre hilos, con atención al detalle y al color. El “machete” ahora es de madera y no corta sino que aprieta.
—El trabajo textil es más pesado que ir al campo, dice un joven de Xux´chen que habla desde su telar de cintura.
Como dato adicional hay que decir que un “cuello” hecho en telar de cintura es pagado en promedio en 70 pesos. La elaboración les toma tres días, trabajando doce horas diarias. Tres días. Doce horas diarias. 70 pesos. Los venden en las comunidades vecinas, principalmente en Cocó y San Andres Larrainzar. De ahí, alguien más los llevará a San Cristóbal, donde seguramente un turista les dirá que está muy caro, que cuánto es lo menos…
—Hágame una rebajita, marchanta.
—Mira comadre, me compré esto ¡en 70 pesos! va a quedar hermoso en la lámpara que me acabo de comprar.
Al terminar la asamblea toman rumbo a Cocó. Antes de salir los alcanza la delegación de la CNDH, a quienes se les hizo tarde y llegaron directo, sin escolta. Ya en el camino el síndico les pide detenerse y les ofrece un almuerzo (unos pollos rostizados todavía calientes comprados en Larrainzar). El equipo de la ONU no entiende, se alarma por tener que descender en descampado, a merced de las balas. Voltean a todos lados, se ven nerviosas. “Es negligente”, dicen. El resto le entra a los pollos. “Están muy buenos estos pollos”, dicen. Los protocolos de seguridad de la ONU indican que si sus equipos ven armas, se tienen que retirar de inmediato del lugar y se habría tenido que cancelar la visita. Al llegar a Cocó las visitadoras no pueden ocultar su nerviosismo, derivado de la sensación de vulnerabilidad provocada por el almuerzo negligente. Tienen más prisa, dan menos tiempo a los testimonios, hacen menos preguntas.
La voz en la asamblea es de las mujeres, ellas son las que comparten lo que pasa, hablan de la dinámica cotidiana, que se ha visto fragmentada ante los ataques constantes. Narran que al escuchar los disparos se mueven montaña arriba para evitar ser atacadas o heridas, y ahí pasan los días mientras duren los disparos. Hay que cocinar, pero el humo llama a los disparos, así que hay que cocinar sin fuego, de algún modo. Varias de ellas terminan la narración llorando.
—¿Han recibido ayuda del gobierno?, preguntan las visitadoras.
—Nada. No ha llegado ningún apoyo. Ni siquiera las despensas que dijeron que iban a entregar.
Luego de Cocó llegan a Tabak. En el camino han decidido cancelar la visita a San Pedro Cotzilnam. Las observadoras argumentan el peligro que han sentido, el temor de haberse visto expuestas. Apresuran la ceremonia asamblearia. Explican su presencia, dejan claro que tienen prisa y ya no hacen entrevistas individuales, sino que hacen una pregunta general para todos los presentes.
La asamblea se realiza en la parte de arriba de la comunidad, en la escuela. Hombres por un lado, mujeres por el otro lado, con los niños. Un integrante del equipo del Frayba toma la iniciativa de apoyar en la traducción. Primero se dirige a la asamblea en tostsil y explica con mayor claridad la intención de la visita. Entonces más gente se anima y comienzan a dar su palabra, que él traduce con un espectro lexicográfico e interpretativo más amplio, con mayor precisión y sensibilidad.
Se presentan varios testimonios. Una mujer habla de su hijo de cinco años, que el pasado 25 de marzo recibió un balazo en la nalga y que tuvo que ser intervenido en el hospital. Toma al niño, le baja el pantalón y muestra la herida. Luego interviene un mujer de 68 años, habla de la bala que le entró por el pecho y salió por un costado. El hijo de la señora interviene, quiere ser más enfático y levanta la blusa de su madre para mostrar la cicatriz. Los visitantes urbanos se sorprenden e intentan mirar con atención. Luego de eso vuelven a hacer la pregunta sobre los apoyos del gobierno, les vuelven a responder que no ha llegado nada.
La asamblea termina. Las visitas regresan a sus camionetas y toman rumbo a San Cristóbal. En el camino se les une la camioneta de la seguridad pública. En la Base de Operaciones Mixta quedan “destacamentados” solo dos policías estatales.
En los días anteriores a esta visita hubo muchos balazos provenientes de Chenalhó durante el día y la noche, a todas horas. El día de la visita no se escucha ninguno. Ninguno. Es casi como si alguien les hubiera avisado que venían visitas importantes y que había que hacer todo lo posible para no dejar en mal al gobernador.
El síndico se despide de la caravana en el crucero de Yetón. Sonríe, agradecido por la visita. Las observadoras de la ONU miran el reloj, urge regresar para elaborar el informe que será entregado a Jan Jarab, su jefe. Probablemente digan que no vieron tanto sufrimiento, que todos se veían limpios, que había comida hasta para ofrecer a las visitas, que no parecen desplazados, es más, ni hay tantos balazos como dicen. Pero quien sabe, el informe será escrito en las oficinas de Alejandro Dumas, en Polanco, lejos del miedo, del riesgo, de la vulnerabilidad y la negligencia. Quizá ahí, a la distancia, el sufrimiento narrado que no alcanzó a ser traducido tenga lugar en su palabra.
Trackbacks/Pingbacks
[…] Picnic en Aldama […]
[…] Picnic en Aldama (Chiapas Paralelo, 4 de junio de 2019) […]