El ser tuxtleca
Una persona nace en algún lugar, puede que crezca y viva ahí o en otras ciudades, o entidades, incluso otros países. Sin embargo, puede seguir siendo del terruño donde nació, si así lo decide y también ir adquiriendo otros terruños en su vida y corazón que forman parte de sus identidades. Sin embargo, la matria, es un terruño muy especial y permanece a lo largo de la vida, quizá para algunas personas pueda pasar desapercibido para otras como yo, no.
Recientemente se celebró el 125 aniversario de Tuxtla Gutiérrez como capital del estado de Chiapas, se llevaron a cabo diversas actividades culturales, entre éstas, lecturas, presentaciones de libros, charlas, exposiciones fotográficas, pictóricas, desfiles de comparsas zoque, festival de comida zoque, conciertos, danzas y por supuesto, los encuentros entre gente de Tuxtla que se sumó a la celebración.
El Museo de la Ciudad fue una de las sedes de estas actividades, como tuxtleca me da mucho gusto que, afortunadamente y gracias al trabajo de personas interesadas como quienes integran la Fundación Fernando Castañón Gamboa, se cuente con este espacio en la capital del estado. El Museo ha vuelto el interés por dar cabida a muchas actividades culturales que se habían olvidado o que no eran frecuentes en la ciudad coneja y que, desde mi perspectiva, son necesarias no sólo para fortalecer lo identitario sino también permitir que, de alguna manera, se den los encuentros entre la tuxtlecada, encuentros que con tantos cambios en la ciudad han hecho olvidarnos de fiestas, de comidas propias de nuestra región, desconocer los cambios no sólo arquitectónicos sino destrucciones que ha habido con el paso de los años en Tuxtla Gutiérrez.
El Museo también es un espacio importante para conocer los trabajos que se están generando actualmente en diversos ámbitos, pintura, fotografía, canto, danza, música, literatura, periodismo, teatro, entre otros rubros más. Cabe mencionar un aspecto muy valioso, la Fundación Fernando Castañón Gamboa tiene como objetivo que este espacio sea un museo incluyente y participativo, en la búsqueda que la ciudadanía se involucre en las actividades que organiza.
En el marco de la celebración del aniversario, asistí a la exposición pictórica Tuxtla, pasaje e historia, que reúne más de 30 trabajos de la obra plástica de César Corzo, Ramiro Jiménez Pozo, Máximo Prado, Reynaldo Velázquez, Óscar Vázquez Gómez, Porfirio Vélez y Héctor Ventura; estos trabajos documentan obra de la segunda mitad de la década del siglo XX, desde los años cincuenta hasta los noventa. Hallé muchos elementos que son simbólicos para quienes somos personas oriundas de Tuxtla Gutiérrez, el Río Sabinal, el Cerro Mactumactzá, paisajes naturales, grabados de gente del Tuxtla de antes, como mujeres lavando en el Río Sabinal, las mujeres copoyeras ataviadas con sus enaguas, sus rebozos, sus blusas y canastas, algunas casas antiguas con techos de teja. Me habría gustado poder apreciar obras pictóricas de mujeres tuxtlecas y no sólo verlas representadas en las pinturas o grabados.
Me dio alegría que el día de la inauguración había mucha gente, el ambiente era de fiesta, además de la marimba municipal que engalanaba el espacio, los rostros de las personas denotaban algarabía. La sala estaba llena, gente que se saludaba, había público de diversas edades, desde niñez hasta personas mayores; algunas asistentes eran propietarias de cuadros expuestos y veían con gusto que las obras estuvieran ahí ante el público. Los pasillos del Museo estaban llenos.
En otra de las salas está expuesta de manera permanente la obra Raíces tuxtlecas. En esta sala hay un trabajo interesante que nos muestra un ejercicio de investigación, por un lado un árbol cuyas raíces y ramas las conforman los apellidos de gente tuxtleca como Chatú, Popomeyá, Chandoquí, Pechá, Cunjamá, Consospó, Megchún, Castillejos, Araujo, Ordóñez, Zavaleta, Gutiérrez, entre otros; como frutos están los retratos de personas, mujeres y hombres de ciudad coneja. Fue de mucho agrado encontrar los retratos de dos colegas, lxs compañerxs Sandra de los Santos e Isaín Mandujano, quienes nacieron en Cintalapa, sin embargo, su amor y trabajo en pro de Tuxtla nos recuerda que no se necesita nacer en Tuxtla para ser tuxtlecos.
En esta sala también se puede apreciar un acervo fotográfico del Tuxtla del siglo XX, desde la década de los años veinte hasta alrededor de los años sesenta. Las imágenes muestran retratos de familias completas, de bodas, de fiestas, de grupos de marimba, de grupos de mujeres; algunas de estas fotografías presentan a mujeres u hombres con vestimenta zoque, así como unos personajes históricos como don Rodulfo Figueroa. En una vitrina se puede apreciar la biografía de don Fernando Castañón Gamboa, de quien lleva el nombre la fundación; en los costados se hallan escritos con poesía y tradiciones sobre Tuxtla.
Indudablemente el Tuxtla de antes tiene muchas riquezas, algunas se han ido perdiendo con el paso del tiempo por diversas razones; otras más las conocemos gracias a la narrativa oral, a las actividades que permiten recordar las fiestas, bailes, gastronomía, también al acervo documental que se conserva en fotografías, pinturas, literatura y algún edificio que no fue destruido como el que alberga el Museo de la ciudad. La gente tuxtleca de la época actual también tiene mucho por aportar desde cada trinchera, las tareas por realizar son diversas, sobre todo las que conciernen a participar en divulgar la cultura, el cuidado al medio ambiente, el respeto a los derechos humanos, por mencionar algunas. Soy tuxtleca y me siento orgullosa de serlo y para terminar esta reflexión retomo un fragmento de la canción Soy buen tuxtleco, cuyo autor es Rafael de Paz:
Tuxtla Gutiérrez, mi lindo Tuxtla
te doy las gracias por ser de allí,
lugar bonito y rebonito,
quizá por lejos te quiera yo a ti.
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