Soberanía chiapaneca
Soberanía chiapaneca
José Ramón Guillén
Hace algunos años el tema de la soberanía chiapaneca estuvo presente en los medios de comunicación y, también, en el debate cotidiano. No cabe duda que a ello contribuyó el levantamiento neozapatista de 1994 y las múltiples circunstancias y decires surgidos al calor de este acontecimiento de resonancias internacionales, y que todavía colea en el vivir cotidiano local. La ausencia de soberanía para tomar decisiones respecto al estado de Chiapas por parte de los chiapanecos, donde se incluyen los ires y venires de gobernadores impuestos; o la defensa de la misma soberanía ante lo que se creían intromisiones de la federación o de fuerzas foráneas llamadas o identificadas casi siempre con extranjeros centraron entonces todas las algarabías dialécticas. Incluso se revivieron pensadores chiapanecos del siglo XIX como Manuel Larráinzar.
En fin, transcurridas más de dos décadas de aquel momento histórico el tema de la soberanía ha pasado a dormir el sueño de los justos, pero lo que no me queda claro es si su olvido es por darla como un hecho cierto, porque no interesa o, simplemente, deja de mencionarse por la simple razón de que no existe. Si se empieza por esta última afirmación, y se enlaza con la primera, se discutirá de manera rápida y contundente apelando a la Constitución y legislación vigente que contempla su existencia; pero ya se sabe que las leyes, a pesar de ser supremas, no necesariamente se cumplen. Es más, esa certeza jurídica solo se manifiesta como realidad si tiene reflejo en la cotidianidad, en el vivir social de los ciudadanos. Dicho esto resta una afirmación de las hechas, el que no interesa a los chiapanecos. Dudo que eso sea verdad, pero el refranero siempre encuentra salidas: “ojos que no ven, corazón que no siente”.
El mismo concepto de soberanía es complejo desde los orígenes de su mención y discusión, pero el modelo liberal que construyó los Estados modernos surgidos de la Independencia en América Latina hizo hincapié en las soberanías popular o nacional, dependiendo de qué autores y momentos históricos fueran reflejados o deseados en sus escritos.
En el caso chiapaneco, no puede hablarse de soberanía nacional puesto que reside en el Estado mexicano como aparece en la Constitución del país, pero siendo un Estado federal su soberanía va más allá del ejercicio del voto ciudadano e implica decisiones de política interna, acciones encargadas al ejecutivo y a las propuestas populares que deberían trascender el simple ejercicio del voto. Y es aquí donde los políticos en turno no muestran respeto a la soberanía estatal. El servilismo a las decisiones de la federación es tan visible como el de los legisladores al gobernador elegido o impuesto. Tal vez por ello sea mejor no hablar de soberanía puesto que su sola mención puede causar un ataque de hilaridad, y ya se sabe que la excesiva risa puede llevarnos a la tumba.
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