La propiedad privada en las canciones de Zitarrosa (II)

Casa de citas/ 271

La familia, la propiedad privada y el amor en las canciones de Zitarrosa

Héctor Cortés Mandujano

2.La propiedad privada

Comisaría y panteón, cerco de piedra y neblina, […]

pocas paredes y muros, muchos terrones oscuros:

el cantor vino de allí

“Defensa del cantor”,

A. Zitarrosa

Zitarrosa vivió en el campo y conoció, sufrió la pobreza. Su canto, por eso, habla de ello, de la gente que no aparece en otros cantos o, cuando aparece, se le sublima, se le convierte en imagen idílica, lejana a la realidad. La galería de personajes del pueblo y del campo es muy extensa en sus canciones: “Doña Soledad”, “El loco Antonio”, “Garrincha”, “El negro milonguero”, “Becho”, “Guitarrero viejo”, “Muchacha campesina”, “La niña huichola”, “Jacinto Cenobio”, “Historia de un viejo”, “La soldadera”, “María de las esquinas”…

[Algunas canciones no fueron compuestas por él –dos de las mencionadas en el párrafo anterior son del mexicano Francisco Madrigal, por ejemplo–, pero las hace tan suyas que parecen dictadas por su espíritu solidario, por su profunda comprensión del otro. Hay frases bellas incluso para los instrumentos musicales. El violín de Becho es, así, una “mariposa marrón de madera”.]

Ilustración: Juventino Sánchez. Ahí nos vemos

En “Doña Soledad” habla de lo íngrimo: “Mire, doña, Soledad, póngase un poco a pensar/ ¿cuántas personas habrá que la conozcan de verdad?”; esta mujer, además, sólo puede comprar pan y vino, porque “la carne y la sangre son/ de propiedad del patrón” y qué decir de “Garrincha”, el gran futbolista convertido en alcohólico callejero: “¿Quién se llevó de pronto la multitud? ¿Quién le robó de pronto la juventud? […] ¿Quién le llenó su copa en la soledad? ¿Quién lo empujó de golpe a la realidad?”

Lo cercano, lo amado por Zitarrosa eran los ritmos populares: la milonga, la zamba (que no tiene nada que ver con la brasileña; no es festiva, sino triste), el triunfo, las chamarritas, la vidalita, que en varias canciones son –estos ritmos– sus interlocutores (aunque a veces se vuelven mujeres, en “Milonga de ojos dorados”, una canción de amor, y “Milonga de pelo largo”, una de contenido social, sólo por citar dos).

Dice en “Zamba para vos”: “Yo no canto por vos, te canta la zamba, y cantando así, canta para mí, canta para mí. […] Zambita: canta, no la esperes más”; y en “Triunfo agrario” también habla con el ritmo: “Este es un triunfo, madre, pero sin triunfo,/nos duele hasta los huesos el latifundio. […] ¿Y cuándo será el día, pregunto cuándo, que por la tierra estéril vengan sembrando todos los campesinos desalojados?”

En “Diez decimas de saludo al pueblo Argentino” habla del inversionista, el rico, el que compra fincas, tierras: “Si protege sus ganancias, la decencia y la ignorancia del pueblo son sus amores,/ no encuentra causas mejores para comprarse otra estancia”.

Dedicado a un dirigente sindical, “Coplas al compadre Juan Miguel” habla de la injusticia: “Al compadre Juan Miguel/ no le pagan el jornal,/ y aunque no haiga pa’ comer/ lo mesmo hay que trabajar”.

En “Milonga más triste” dice: “Cuando canto soy un hombre con un pueblo en la garganta” y desde esa idea canta: “Al pobre nadie lo hamaca,/ nadie tasa su desgracia:/ la justicia es una vaca/ pastando en la democracia. […] Si alguien conoce el secreto,/ supongo que me dirán:/ ¿por qué donde falta el pan/ siempre sobran los decretos?”

“La canción quiere” habla de las muchas cosas que puede ser una canción: una flor, un puño, una voz que no tiene miedo “a la bala, ni a la bomba ni al infierno”, pero no se engaña: “también canta por dinero,/ como un obrero”.

“María de las esquinas” era una mujer abandonada, que dormía en la calle, sin más propiedad que su cartón: “Sólo la noche supo su silencio, su vuelo circular, el ala rota y, tras cartón, la muerte”. Lo dice en “Milonga en do”: “Quién de nosotros, no sabe de otro”.

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