Manuel Suasnávar, el pintor de un solo cuadro
En 2014, Manuel Suasnávar Pastrana cumplirá 50 años como pintor. En estos casi diez lustros, aparte de pintar, ha escrito cuentos, poemas y ensayos, también ha formado una familia y ayudado a educar a los cinco hijos que ha procreado con su mujer, Elsa Cancino.
Inquieto, disciplinado y con una técnica exquisita, compendiada en San Carlos y refinada en Europa, el artista originario del Distrito Federal, pero descendiente de chiapanecos, ha pintado 36 murales y cientos de obras de caballete.
Es imparable. Vital. Por eso no es raro que conciba nuevas formas de crear y que trate de ponerlas en práctica: Pintura, por un lado; escritura, por el otro, y música, movimientos y trazos apoyados por programas de computadora. Quizá así festeje sus 50 años de pintor. Está madurando la idea.
“He venido pensando que se va a gestar una nueva forma de crear, en la que el artista pueda ambientar con la computadora lo que escribe; puede no solamente ilustrar, sino también musicalizar, reinterpretar, incorporar materiales fotográficos, muchos elementos que van a convertir a la obra, ya no en una obra literaria, pictórica o fotográfica, sino en una cosa mucho más amplia. Ahí el autor expondrá más recursos para expresar formas completamente nuevas.
“El artista es capaz no solamente de tomar una idea, por más abstracta que sea, sino que la puede ilustrar. Y con los medios actuales puede hacer hasta su propia música; darle a la propia obra un sentido completamente distinto, a lo que ahora tenemos con los originales artísticos. Va a ser una cosa completamente diferente en la que ya no se colgarán los cuadros de las paredes, ni se leerán como un libro, ni se escucharán como un concierto, sino que se podrá captar, comprender y asimilar en su conjunto. Eso va a traer necesariamente no solamente otra lenguaje, sino otros contenidos y nuevas maneras de visualizar la realidad”.
–Requerirá un nuevo método, técnicas nuevas.
–Sin duda, se tiene que crear un método para expresar y reproducir una obra. Los medios se han multiplicado de tal manera, y se han ido yuxtaponiéndose, que ya serán formas de expresión novedosas, completamente nuevas.
–La tecnología modifica, en este caso al arte, vemos incluso que los museos se apoyan en la informática. ¿Qué opina de los museos virtuales?
–Es estupendo, es la integración de la tecnología a este discurso que la propia modernidad está exigiendo. El desarrollo tecnológico favorece la expresión de los hombres y mujeres para representar su tiempo, para vivir su tiempo, para disfrutar su música, su manera de acercarse a la vida y a la naturaleza.
Chiapas, el tema
La obra de Manuel Suasnávar tiene un solo tema: Chiapas. Hay algunas variantes pero vuelve siempre a él: a veces recorre la historia, pinta a periodistas, escritores, mapaches, revolucionarios, otras refleja el día a día, mujeres fuertes con mirada profunda y hombres enclenques, o niños revoltosos y felices. También pinta la selva y los bosques y nuestros ríos y el mar.
Hace 35 años, cuando llegó a Tuxtla, Manuel Suasnávar encontró su tema. Venía huyendo de la ciudad de México, del smog y de las conglomeraciones, después de haber pasado por Europa. Decidió quedarse aquí, en una tierra que no le era ajena, a la que había visitado de niño, y en la que habían vivido sus antepasados.
Chiapas no solo le dio el tema, sino una forma de mirar la complejidad: “Aquí es difícil acercase al minimalismo, cuando vivimos en medio de la naturaleza. La naturaleza no es minimalista y menos la naturaleza de Chiapas. Somos barrocos, porque vivimos en la Selva, porque vivimos esa naturaleza exuberante y pródiga. No es posible quedarte con dos líneas rectas, para qué, si tenemos la abundancia poética, la abundancia de la naturaleza y la abundancia de nuestro propio espíritu prolijo. No hay por qué estar haciéndose pendejo, tratando de llegar a las formas mínimas para encontrar la máxima expresión. Los chiapanecos no hemos sabido encontrar una propia forma de expresión porque siempre estamos poniendo los ojos lejos de nuestro territorio.
–En ese sentido su obra de mural es maximalista al expresar la diversidad y la riqueza de Chiapas.
–Y mi obra de caballete y mi vida toda. De alguna manera soy un hombre del sur, de la naturaleza, de la cultura del sur de México. Entonces la literatura que prefiero, la música que prefiero, todo lo que se me acerca está tocado necesariamente por la necesidad estética de mi propia naturaleza y mi naturaleza es maximalista.
–Pero se torna complicado de expresar por todos los contrastes.
–Sí, es complejo, no es simple. Elaborar el pensamiento de Gabriel García Márquez es algo sumamente complejo, porque no escribe novelitas, sino la historia de Latinoamérica. Cien años de soledad es cien años de la vida de Latinoamérica. Pensar que es simple novelita, es una manera simplista de ver la vida. Lo mismo le pasa creo yo a los artistas del sur de México, como Rufino Tamayo, Rodolfo Nieto o Luis Zárate; como los poetas, tan conocidos, especialmente los chiapanecos; como las danzas populares, yucatecas, veracruzanas y chiapanecas. La música, ese huracán musical de sonidos, barrocos y andaluces. ¿Cómo me zafo de esa carga? ¿de mi herencia cultural? ¿cómo dejarla a un lado? No quiero.
–Pinta a partir de la complejidad de un cuadro que lo lleva a la complejidad de varios cuadros, de una serie de cuadros.
–Para mí un cuadro me lleva a otro. Y cada cuadro podría no terminarlo nunca porque me sugiere cosas nuevas, y esas cosas nuevas me sugieren otras. Yo he hecho un solo cuadro en mi vida. Uno solo que se va encadenando con otros. Ahora tengo cinco o seis cuadros en la cabeza, que han surgido a partir de este cuadro que estoy pintando.
“Hay un constante devenir, un flujo de ideas que me da todo lo que veo, todo lo que oigo, todo lo que converso. Mis amigos, mis amores, mis tragos, todo, me sugiere cosas, todo me lleva a la necesidad de representar y de hacerlo pintura, porque en este caso yo soy pintor. Acabo de terminar este cuadro. Es una escena de unas mujeres rijosas. Este cuadro lo vi aquí enfrente: Unas mujeres estaban haciendo cola para pagar el agua. De repente se armó la bronca; empezaron a discutir, a señalarse, a gritarse y a mentarse la madre. Entonces dije: “ese es mi cuadro”. Este es mi pueblo, es mi ciudad, es mi mundo, es lo que yo veo. De alguna manera va dejando rasgos, una especie, un testimonio.
–Parece sacada la escena de una crónica de don Eraclio Zepeda Lara.
–No. Todo influye. Todo se va quedando, todo va surgiendo, y a la hora de pintar van surgiendo cosas que ni las tenía previstas. Igual, de pronto se complican; hay necesidad de borrarlas y volver a empezar. Pero ese cuadro así nació: en una escena de mujeres rijosas, tuxtlecas, temperamentales, gordas, chaparras, chichonas, de piernas muy fuertes, peinadas siempre como mayas, que son las zoques, que de alguna manera están emparentadas con nuestro pasado.
Suasnávar, el escritor
No se podría entender la calidad y prolijidad de Manuel Suasnávar sin la disciplina espartana que se ha impuesto. Se le puede apreciar, todos los días, pintando sus cuadros muy pegado a la ventana de su casa, ubicada en la sexta oriente y avenida central.
Mira, toma el pincel, retoca. De cuando en cuando asoma sus ojos negros a la calle bulliciosa, ahora ocupada por profesores. Sonríe. Ríe. Disfruta de la vida; de sus hijos y de su pareja.
No olvida, sin embargo, que se debe a la pintura. A las ocho de la mañana se instala en su estudio. Traza contornos, alista el pincel. Y pinta. Es un sacerdote fiel al servicio de su obra. A las dos o dos y media de la tarde, cuando ya ha pintado o despintado y concebido nuevos colores, se retira para comer con su familia.
Cuando pinta, invariablemente escucha música. Casi siempre música de concierto: Bethoven, Liszt, Schubert, Schuman, pero también llena su espacio con las voces de Susana Harp, Lila Downs, grupos de música folclórica o de danzones: “La música es como un vector que me conduce. Escucho la música que ha sido hecha sin propósitos comerciales de antemano. La música que tiene pretensiones artísticas, aunque sean pretensiones de arte popular, culta o experimental. Lo que no me gusta es la música fabricada, elaborada en moldes, estereotipos que la llevan por la moda”.
Suasnávar es un buen melómano. Escucha a los barrocos, a los románticos, viaja por la música latinoamericana, pero regresa siempre a los románticos y a veces se desplaza hacia los contemporáneos.
Por las tardes, confiesa, tiene que dedicarse a las relaciones públicas, “que es la otra mitad de este oficio, y es de las cosas que a nadie le gusta hablar, pero viviendo en una sociedad capitalista, la única manera de sobrevivir como artista es comercializando el trabajo. Los que dicen que no lo hacen, es mentira, porque sin ingresos en este mundo no se puede vivir, a menos que sea un hombre que ya se capitalizó antes o que tenga quién lo mantenga; de lo contrario, se tiene necesariamente que buscar la manera de ganar dinero.
“Un día un periodista le preguntó a Diego Rivera qué era lo más difícil que había en el momento de pintar un mural. El pintor le contestó: ‘Mira, lo más difícil es conseguir quién te encargue el mural. Ya que lo conseguiste, va a tratar de imponer un tema para que lo que pintes. Y tú le tiene que decir que sí para que te dé un adelanto. Ya que te dé el adelanto entonces pintas el proyecto. Lo haces a la medida que él quiera. Pero a la hora de pintar lo pintas como tú quieres y pintas lo que tú quieres; el problema estriba en que lo debes convencer de que pintaste lo que él quería, para que te dé dinero para pintar otro mural’.
“Esa lección de Diego nunca la he olvidado. Siempre la tengo presente”.
A la par de ser un referente en la pintura chiapaneca, Manuel Suasnávar es un magnífico escritor. Le digo que me gusta la combinación extraordinaria que hace de la pintura con la escritura, que arroja como resultado poesía en lo que escribe y pinta. Es de los casos contados de esa rara y prodigiosa mezcla, le reitero.
“Tienes razón, contesta, son muy escasas las personas que dedicándose a las artes plásticas tengan tiempo para encontrar otro camino, otra vereda a sus inquietudes académicas, como es la literatura. A mí me sucedió que muy jovencito empecé a participar con mis ideas en el devenir de las artes pláticas”.
“Pero escribía con más frecuencia hace algunos años”, le comento. Me responde que no entiende los motivos de por qué dejó de escribir cuentos y poemas, “conforme me voy volviendo viejo, se me va dificultando más la expresión oral y la expresión escrita o tal vez porque el tiempo que exige la disciplina da poco tiempo disponible para dedicarlo con rigor a alguna otra actividad”.
Capilla Tuxtla
El proyecto más ambicioso de Manuel Suasnávar es, sin duda, la Capilla Tuxtla; un mural que aborda todos los momentos por los que ha atravesado la ciudad y que puede apreciarse en la presidencia municipal.
–Para pintar la Capilla Tuxtla debieron darse la conjunción de diferentes voluntades para que fuera posible esta magnífica historia visual de la ciudad.
–La Capilla es un proyecto muy viejo. Nació allá por 1989, cuando era presidente municipal Francisco Esquinca. Sucedió que cuando Patrocinio González Garrido quitó la escultura de Juan Sabines, que estaba en el descanso de las escaleras de la presidencia municipal, le ordenó al presidente que me contratara para pintar un mural. Días antes había yo hecho una exposición en la palacio de gobierno, por eso el gobernador me tenía presente. Esa misma noche me fue a buscar. El presidente me dijo que al otro día le tenía yo que entregar un proyecto. “Lo siento mucho pero tenemos una cita a las diez de la mañana con el tesorero”, me explicó. Hice una rayas en un papelito. Eso fue lo que llevamos. El tesorero no tenía ningún interés de saber nada. Solo preguntó cuánto valía. Hice un presupuesto tentativo, que fue autorizado. Al siguiente día estaba yo dando los pasos para hacer el mural. Ahí nació la idea de hacer la historia de la ciudad.
“Se fue Francisco Esquinca y ya no vino ningún presidente municipal con el cual tuviera la confianza, o yo percibiera la visión para entender un proyecto de esta naturaleza. No encontré otro, hasta que llegó Jaime Valls. Cuando lo vi dije: “A este le va a interesar: es universitario, se educó en el extranjero, tiene otra visión de la cultura, no necesariamente es un burócrata ignorante”. Entonces fui y le llevé todo el proyecto, y en dos horas que conversamos, me dijo: “Sí, vamos, lo hacemos”. Y así empezó el proyecto.
–¿La segunda etapa?
–Sí, segundo y tercer piso. Valls nunca me impuso una idea. Lo único que me pidió fue que se hiciera de tal manera que los niños la pudieran entender, “porque mi interés, dijo, es que la presidencia municipal sea un libro abierto, para que podamos traer a los niños y a los jóvenes para que puedan ver su historia”. Por eso tiene un sentido didáctico y lógico. Le doy rostro y cara a muchas situaciones que permanecían en el limbo. Así nació. Así surgió la idea de Capilla Tuxtla.
A punto de cumplir 50 y 69 años
El próximo año Manuel Suasnávar celebrará dos fechas importantes: 69 de haber nacido y 50 de dedicarse formalmente a la pintura.
También podría agregarse otra celebración: 35 años de afincarse en Chiapas, en una tierra que entonces no había nada, “me quedé porque vi que aquí está todo por crearse y por hacerse”. No había museos, galerías, ni siquiera una secretaría de cultura, apenas grupos aislados de poetas, actores, danzantes y “uno que otro pintor que al mismo tiempo era ganadero, maestro, prestamista, pero no había una vida profesional de los artistas. Entonces dije: ‘aquí voy a empeñarme en hacerlo’”.
–¿Es el primer caso de pintor profesional en Chiapas?
–Es difícil redondear el término, pero creo que antes de que viniera aquí no había pintor alguno que se dedicara exclusivamente a pintar. No había ni ha habido. Lo siguen intentando pero no es fácil. Los pintores tienen que vender cosas , tienen que andar de agentes de ventas o de maestros que agarran su placita. Ahí se clavan, se sindicalizan y hacen plantones. Ya no pintan.
–La burocracia mata la creatividad en esos casos.
–Es muy difícil conservar el espíritu creativo cuando se tiene asegurada la papa. ¿Para qué pararse a las seis si se puede uno levantar a las diez? ¿Para qué estar todo el día con el pincel si se puede mirar la televisión?
El mundo de Suasnávar, lleno de luces, de fosforecencias, como estas tierras, pertenece a lo real maravilloso, un tamiz traído de la literatura, pero que se cruza, teje e hilvana a la perfección con Chiapas y su propuesta pictórica. Es consciente de su deuda con Carlos Fuentes, con Gabo y con todos los miembros del boom: “me acercan tanto a lo real maravilloso que, de alguna manera, es el camino que elegí para mi pintura”.
Y en ese camino, que es búsqueda y hallazgo, continúa Manuel Suasnávar Pastrana, poeta, escritor y, sobre todo, pintor de nuestras historias y cronista de las riquezas y desavenencias de lo real maravilloso de Chiapas.
ACERCA DE LO QUE APUNTA EL MTRO. SUASNÁVAR:
«… peinadas siempre como mayas, que son las zoques…»
LE COMENTO QUE LOS ZOQUES SON LOS OLMECAS HISTÓRICOS; LOS MAYAS SON ANTROPOLÓGICA Y CULTURALMENTE MÁS RECIENTES.
EN RESUMEN, MAYAS Y ZOQUES SON PUEBLOS Y CULTURAS DISTINTAS EN MUCHOS SENTIDOS.
Y EL ORIGEN ÉTNICO DE TUXTLA-TUCHTLÁN-KOYATOKMÓ ES ZOQUE-OLMECA
Excelente entrevista.