La propuesta de EPN
I.- El asesor teórico y de la praxis de la política para conducir al Estado: Carl Von Clausewitz, en su magna obra: De La Guerra, defendió el ejercicio de la política de una manera pacífica; a menos que haya que defender la soberanía nacional y, agotadas las negociaciones y transacciones, sea necesaria la guerra. Acuñando además el concepto de que “la guerra es una mera continuación de la política por otros medios”. En toda su obra no hay un concepto que fundamente que los dirigentes usen la guerra para resolver problemas internos de sus Estados. Pero las autocracias recurren a las acciones sangrientas para reprimir a los pueblos que reclaman sus derechos y protestan contra los abusos e injusticias, y ejercen sus derechos contra los malos gobiernos. Así pues, sólo quienes carecen de formación por y para la política, utilizan sus ejércitos para someter a sus pueblos.
II.- Peña sobreestimó la crisis política, social y económica que recibió del PAN. Un desastre generalizado con más de 100 mil homicidios, al que añadió sus propios errores como proteger a su tío Montiel; que su esposa “compre” una mansión y use Los Pinos como set de Televisa para modelar; e imponer contra viento y marea sus contrarreformas, sin pedir la opinión de la Nación. Debía haber actuado políticamente, usando consultas populares, sondeos y encuestas para acotar un poco la democracia representativa de los partidos que se han divorciado de sus electores. Pero en lugar de eso, ha desenvainado la espada de la amenaza y la represión que precipitaría el golpismo a la Victoriano Huerta, y haría que las fauces del díazordacismo entren en acción. Es así que al bajar del lujoso avión que lo trajo del inútil viaje a China y Australia que hizo para alejarse de la crisis nacional, declaró: “Yo aspiro y espero que no sea el caso de lo que el gobierno deba hacer; que no lleguemos a este extremo de tener que usar la fuerza pública. Queremos convocar al orden, a la paz… no hacer de este momento de duelo y de dolor por el que pasan los padres de familia (de los jóvenes secuestrados en Iguala), una bandera de otras causas, una bandera que concite a la violencia y al desorden” (La Jornada: 16/XI/14).
III.- Peña quiere declarar la guerra a quienes salen a la calle a mostrar su indignación. Pero la Constitución mantiene en activo las libertades de expresión y de reuniones públicas para tomar parte en los asuntos del país, que no deben ser disueltas y menos con acciones de represión. Sostener que quienes protestan y critican los abusos de sus gobernantes son los enemigos, y a quienes los locutores de Televisa y TV-Azteca califican de vándalos, y por tanto hay que declararles la guerra de una represión, es creer que como dice Clausewitz: “la guerra es un pasatiempo”. La amenaza peñista es muy grave y demuestra que en lugar de resolver los problemas que agitan a los mexicanos, se está decidiendo por una solución sangrienta. La represión del malestar social llevaría a la Nación a una guerra interna, donde la fuerza pública aplastaría al pueblo; pero resistiendo la embestida éste saldría vencedor, pues está dispuesto a reaccionar si Peña suprime la política e impone la violencia represiva.
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