Ante la imposibilidad de diálogo: el pornoterrorismo
Josué Cantorán Viramontes
Diana J. Torres es pornoterrorista.
Usa un solo arete, grande y femenino, en la oreja derecha, dejando el otro lóbulo vacío. De ese mismo lado su cabeza está semirrapada, y del otro caen sus cabellos rizados un tanto más largos. Su mero aspecto es un desafío, un desafío a los cánones estéticos del género, a las modas impuestas a hombres y mujeres, un desafío que se concreta en las palabras impresas en su camiseta: “Fuck the rules”. Y, además, es pornoterrorista.
Diana realiza performances en los que tiene sexo explícito en vivo y utiliza imágenes violentas como el medio para expresar que vivir dentro de los muros opresores del género binario, de la heterosexualidad obligatoria, de la renuncia al disfrute de los placeres que emanan de nuestros cuerpos, no es vivir.
A todo su esquema teórico y artístico lo ha llamado “pornoterrorismo”, y ha escrito un libro, titulado justamente así, Pornoterrorismo, para expresar su pensamiento y convencer a todx el que se deje de que pueden convertirse, como ella, en pornoterroristas.
Este miércoles, la autora presentó la edición en la librería Profética, en Puebla, y ahí citó la definición de “terrorismo” que un adolescente vasco de 15 años le explicó tiempo atrás: “es una forma de respuesta legítima y violenta cuando no hay una posibilidad de diálogo”.
Así, para Diana el pornoterrorismo es la reacción legítima y violenta, “según para quién”, contra el Estado, la Iglesia, y otras instituciones que continuamente imponen en los sujetos formas de vivir su sexualidad, formas de expresar sus afectos, formas de adecuarse y encerrarse en los únicos dos géneros –hombre y mujer– que se reconocen culturalmente.
Y etimológicamente la palabra también tiene algo que decir.
–“Porno” viene de “porne” que significa prostituta en griego. Terrorismo viene de una onomatopeya, “trrr”, que significa temblar –explica la autora–. Para mí el pornoterrorismo es todo aquello que las prostitutas hacemos temblar: el sistema de valores judeocristianos, el sistema capitalista sobre los cuerpos, el sistema estético. Cuando digo prostitutas, no me refiero solamente a las personas que tienen esto como una profesión, sino a todos los cuerpos, ya sean hombres, mujeres, híbridos, intermedias, que desacatan las leyes sexuales del sistema, cualquier mujer que utiliza su sexualidad no para el matrimonio, sino para disfrutar.
El pornoterrorismo es, por lo tanto, “una especie de desobediencia civil que parte desde la sexualidad”.
Si se tuviera que encasillar al libro de Diana J. Torres en un género, un género literario, claro, sería tal vez en las memorias. El texto abre con la narración íntima de la autora sobre su infancia, donde explica que la educación abierta que recibió de sus padres chocó en la adolescencia cuando el mundo social se encargó de echarle en cara que no, que no podía ejercer con libertad su sexualidad, que había normas que debía seguir y que romperlas se pagaba con un precio.
“Hay leyes tan absurdas sobre esto (la sexualidad) que os harían morir de risa, aunque también es muy triste ver hasta qué punto nuestros cuerpos y nuestros coños y pollas y anos les pertenecen”, dice la autora más adelante en el texto, por lo que propone un “Pequeño manual de acción pornoterrorista”, una guía de acción para que cualquier persona pueda, a través de acciones tan pequeñas como masturbarse o salir desnudx, oponerse a las represiones sexuales impuestas por los poderes hegemónicos.
Aunque de forma no tan cronológica, Diana realiza en su libro un repaso por su historia en el mundo del performance, en las búsquedas que realizó por los submundos no heterosexuales de su natal Barcelona, y cómo fue moldeando su trabajo hasta conceptualizarlo en lo que ahora llama “pornoterrorismo”.
Desprovisto de cualquier lenguaje académico que pudiera impedir su lectura a públicos no especializados, y sin miedo alguno de salirse por completo de los límites de la corrección política, Diana aborda temas como el lesbianismo, la prostitución alternativa, el porno, el post-porno, la sexualidad entre niños y adultos, el transfeminismo y otros.
–Puede ser una herramienta útil para cualquiera –dice Diana, de nuevo en Profética–. Basta con tener un poquito de rabia con lo que nos hace la iglesia, basta con tener un poquito de disconformidad con los roles que nos entregan cuando nos entregan el kit de hombre o el kit de mujer. Hay muchas cosas a las que por nuestro género estamos restringidos y restringidas como el ejemplo de los hombres que, aunque sean heterosexuales, no abren su culo.
Así, a través de más de 200 páginas en las que lo mismo hay poesía, recomendaciones de otras lecturas, momentos de risa y otros de suma indignación, Diana J. Torres propone herramientas de acción directa para cambiar el mundo desde lo más próximo, desde uno mismo, porque, como ella dice, el principal enemigo es el que nos encontramos a diario en el espejo.
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