Gigante de ébano
Por José Manuel Ríos Guerra
Mi nombre era Bruno Gómez, pero un sábado por la noche cambió. Mi vida transcurría del trabajo a mi casa y de mi casa al trabajo (si es que a un cuarto de vecindad se le puede llamar casa).
Esa noche había una función de box que se anunciaba como la pelea del siglo. ¿Cuántas peleas así habré visto en mi vida? Recuerdo varias: “Macho” Camacho vs Chávez, Chávez vs De la Hoya, De la Hoya vs Pacquiao. Me pregunto si los promotores de esas peleas en verdad piensan que uno no tiene memoria, que no nos damos cuenta de lo que pasa.
Y peor que los promotores son los analistas deportivos. Llenos de frases trilladas y sin ningún asomo de cultura general. No soy un erudito; sé muy poco y de pocas cosas, pero nadie me da un micrófono para que diga lo que se me ocurre. Los periodistas toda la semana se la pasaron diciendo que Márquez iba a despedazar a Mayweather. Un día antes de la pelea, a todos les temblaron las piernitas porque el gringo se excedió de peso; como todo estaba vendido (las entradas, los cuartos de hotel, los derechos de televisión, los patrocinadores del evento) nadie se podía echar para atrás.
El gringo se había pasado siete kilos del peso welter y, además, era más alto, más joven, más fuerte. ¿Qué iba a hacer el boxeador mexicano en el ring? Para que Márquez aceptara la pelea, le dieron una compensación de medio millón de dólares que, seguramente, iba a disfrutar su familia porque él no saldría vivo.
A mí me daba risa que los periodistas ahora lloraban y no entendían cómo era posible que se permitiera semejante atropello. Sin embargo, cuando empezó la pelea y vi lo que era ese abuso, sentí mucha impotencia. La prensa tenían razón: Mayweather era más alto, más fuerte, más rápido y hasta más guapo que Márquez; lo llamaban el “Gigante de Ébano”.
Continuar leyendo en LadoB
No comments yet.