Una plegaria punk hecha película
Josué Cantorán Viramontes
Es 21 de febrero de 2012 al otro lado del mundo. Nadia, Masha, Katia y otras integrantes de un colectivo que fusiona la música punk y el performance político irrumpen, con pasamontañas de colores neón, guitarras y micrófonos, la catedral de Cristo Salvador en Moscú. Se montan en el altar y empiezan a cantar un tema con el que critican la cercanía y complicidad del presidente Vladimir Putin con la iglesia ortodoxa. Las tres jóvenes son arrestadas.
Son exactamente dos años después, de este lado del mundo. El cineasta Mike Lerner, que documentó la historia de las Pussy Riot con su colega Maxim Pozdorovkin, se encuentra en Puebla para presentar el resultado, Pussy Riot: una plegaria punk, como parte de la gira anual de documentales Ambulante.
La historia es conocida, o al menos sus partes. La prensa internacional documentó los avances del juicio, los argumentos de la defensa, la sentencia que encontró a las jóvenes culpables de los delitos de odio religioso y gamberrismo, las afectaciones de salud que las activistas denunciaron, la apelación de la sentencia, las muestras de solidaridad que les expresó la comunidad artística internacional, y su eventual liberación.
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