“Que la calle sea un foro abierto”
Por Josué Cantorán Viramontes
Al filo del mediodía se empezaron a escuchar las cuerdas de las jaranas, los mosquitos y las leonas. Los músicos se prestaban el afinador para preparar sus instrumentos. Frente al asta bandera del zócalo poblano se colocó la tabla para zapatear.
Tan pronto los 12 músicos presentes tocaron los acordes de salida, una multitud se acercó a escuchar y bailar una de las músicas más tradicionales del territorio mexicano: el son jarocho. La plaza central de la ciudad se convirtió en un espacio festivo.
Pero eso no era una fiesta, era un acto de protesta.
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