Crónica: “Obama, Toluca en verdad es insegura”
Raúl Linares
Rodrigo, un hombre de cuarenta años, reflexionaba, desde una de las cientos de vallas instaladas en las calles de Toluca, la “importancia” de que los presidentes de Estados Unidos y Canadá, Barack Obama y Stephen Harper, visitaran la ciudad que lo había visto nacer.
‒¿Cuándo nos van a volver a visitar? Son dos líderes importantísimos a nivel mundial, está muy bien que hayan venido a nuestra ciudad. Yo les vengo a dar la bienvenida, yo la verdad sí quiero ver a Obama.
Desde una de las esquinas de la avenida Morelos, una rodaja de sonrisa se le dibujaba de un lado al otro del rostro; en verdad estaba emocionado. Por todas partes, anuncios de la Cumbre de Líderes de América del Norte daban la bienvenida. No obstante, a la distancia, el convoy donde pasaría el presidente estadounidense había organizado varias rutas, para despistar a las “amenazas”.
Obama finalmente no pasó por donde Rodrigo lo esperaba.
A tres metros de ahí, en cambio, los vecinos se quejaban: la Policía Estatal impedía la movilidad de propios y extraños. Armas largas y macana en mano, los gendarmes discutían con los toluqueños: no podían pasar a recoger a sus hijos, los cuales tenían más de una hora de haber salido a la escuela.
Las reglas y la consigna eran más que claras: nadie podía pasar en tanto los presidentes no se instalaran en su bunker. Dos retenes separaban una calle de otra. Los militares mexicanos, tensos, cargaban sus fusiles Beretta ARX 160 y FX-05 “Xiuhcoatl” en espera de algún “terrorista”.
“Señora, no me levante la voz. Primero tiene que mostrarme que su hijo estudia ahí”, decía uno de los oficiales. “Pero olvide mi monedero, ándele, ya tiene una hora que salió y no puedo pasar por él”, le espetaba una mujer que aguardaba desde hacía un rato. “Espéreme, déjeme ver qué puedo hacer por usted”. Eso se lo había dicho por tercera ocasión.
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