México 86 ¡El mundo unido por un balón! (Y cuando Dios le echó “una mano” a Maradona)


Foto: @MarianoOjeda_

Por Mirna Alicia Benítez Juárez*

El gobierno colombiano dijo No a realizar el mundial de fútbol para el año de 1986. Las exigencias relativas a la construcción de 12 estadios para escenificar los partidos eran imposibles de cumplir por un país envuelto en diversas crisis, pero, sobre todo, porque el narco y la guerrilla hacían explotar bombas sin consideración en varias ciudades. Era demasiado arriesgado. El presidente Betancur hizo lo impensable, en 1982, y se atrevió a señalar que la FIFA no se iba a aprovechar de Colombia: un mini cisma se registró y el binomio droga-fútbol ya no dejaría de aparecer como telón de fondo en tal “justa deportiva”.

Guillermo Cañedo, por parte de los grandes empresarios mexicanos involucrados en el fútbol     -tanto nacional como del área de la Confederación de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe de Fútbol (CONCACAF o CONCAKAFKA “Gómez Junco dixit”)- inmediatamente olfateó la posibilidad de ganancias impensadas unos meses atrás. Presto buscó la candidatura de México para ser sede del, en ese momento, a-territorial campeonato de 1986. No importó que el gobierno de Estados Unidos de América lo solicitara pues, aunque Pelé fue su mayor promotor, el soccer no tenía tradición entre su población (situación increíblemente revertida para nuestros días). Daniel Grinbank reseña que Havelange y Cañedo hicieron palidecer al mismo Henry Kissinger en eso de “arreglar conflictos internacionales” y México logró la sede en 1983.

Otro obstáculo que los empresarios futboleros no previeron (porque ningún humano podría haberlo hecho) fue que la competencia “pudiera derrumbarse” debido al fatídico sismo de septiembre de 1985, cuyo epicentro fue el -entonces- Distrito Federal. Los intereses económicos también temblaron, pero, como suele suceder en este tipo de competiciones, el dinero resolvió ese “pequeño” inconveniente pues no iban a perder la gran inversión realizada en la selección tricolor y “había que ofrecerles a los mexicanos un poco de alegría ante el sufrimiento experimentado” (benditas almas piadosas).

Los dueños de los equipos de Primera División habían “apoyado” la integración del representativo nacional permitiendo que los seleccionados trabajaran exclusivamente para el mundial y -algo que generó muchísimas críticas- le dieron la Dirección Técnica a Bora Milutinovic, un “yugoeslavo” -hoy sería serbio- por sus innovaciones al dirigir a Pumas y llevarlos a campeonar. Los entrenadores mexicanos se resistieron a tal contratación (por nacionalismo, algunos; por el salario muy atractivo, otros) pero la decisión estaba tomada y había que cuidar la “inver$ión”, bastante generosa para el momento.

El proceso fue largo, aunque se tenía asegurada la participación por ser país sede, y la expectativa creció y acompañó por tres años a ese cambiante equipo que representaría a más de 80 millones de mexicanos. Varias giras internacionales con resultados medianamente alentadores y sustentados en buenos elementos como Javier Aguirre, Manuel Negrete, Luis Flores, Manuel España y “El Jefe” Tomás Boy, además de la sensación en el futbol español encarnada en Hugo Sánchez, permitían, una vez más, soñar.

Esa selección concentró a sus jugadores, como si fuera un solo club, para entrenar, convivir, reflexionar, comer bajo régimen alimenticio y posibilitar la convivencia adecuada. Obviamente algunos jugadores se quedaron fuera de la lista final, como Alfredo Tena, ya relegado anteriormente porque había firmado patrocinio con la marca Puma y la selección le pertenecía a Adidas. ¡Inobjetable criterio deportivo!

El 31 de mayo de 1986 rodó el balón en el estadio Azteca para iniciar el torneo, el juego enfrentó a Bulgaria (0) vs Italia (1). El México festivo también sacó su enojo contra Miguel de la Madrid, la rechifla le recordó su ineptitud, por lo menos, al presidente en funciones. No obstante, los presagios se cumplieron para la aventura tricolor mexicana: ganó a Bélgica (2-1); empató con Paraguay (1-1) y ganó a Iraq (1-0).  Los pronósticos fueron correctos y pasó a la siguiente fase: allí le ganó a Bulgaria (2-0). Se llegó al quinto partido, esa fue la buena noticia; la mala, se jugaría con Alemania Federal (aún existía el Muro de Berlín).  Agridulce, pero es la única vez que se ha logrado tal hazaña. El resultado: 4-1 en contra.

En realidad, eso nos interesaba a los mexicanos, las mejores selecciones se enfrentaron en otras sedes, y resplandecía Argentina al contar con el 10 más importante del mundial, un tal Diego Maradona que hizo de México 86 “su” mundial. Una nueva religión surgió allí, cuando se proyectó a los cielos al anotar contra Inglaterra de la manera más intrépida, tramposa y con ayuda de la “mano de Dios” el gol que sacudió a los dolientes argentinos marcados a fuego por la guerra de Las Malvinas, esa sí con armas y muertos, sobre todo jóvenes, imposibles de olvidar por otros -tan argentinos como ellos- y con tantas ganas de vivir. El partido terminó a favor de los albicelestes (2-1) pero esa victoria fue la victoria que necesitaban para sacar la rabia atravesada en el alma desde 1983, y posibilitar, en otro campo, la derrota de los militares que les habían robado su propia libertad. La narración de ese partido se repite una y otra vez pues el segundo gol del Diego se ha llegado a considerar “el gol del siglo” debido a la cantidad de ingleses que desparramó por el césped, con base en esas poderos piernas que parecían indicarle al balón la dirección exacta para llegar hasta la tierra (portería) prometida. De allí la frase del “barrilete cósmico” que millones de escuchas reconocemos como si hubiéramos estado allí.

No había sido fácil el avance en la fase inicial: empataron con Italia (1-1) y, con la inveterada enemistad a cuestas, vencieron a Uruguay (apenas 1 -0); después derrotaron a Bulgaria (2-0). En la semifinal vencieron a Bélgica (2-0) y, en un partido de hachazos múltiples por uno y otro equipo, derrotaron a la Alemania insistente, fuerte y vigorosa que no escatimó faltas al Diego que, no está por demás decirlo, exageraba cualquier contacto si bien un porcentaje alto sí consiguió tocarlo.

La copa FIFA, por segunda ocasión, fue ganada por Argentina y esa final sirvió para consagrar al nuevo ídolo que mostraba lo mejor-y lo peor- del futbolista de finales del siglo XX. Sí, Maradona fue un prodigio dentro de la cancha, con su técnica irrefutable para controlar el balón, su toque genial, la visión periférica que servía para el equipo, “canchero” y generoso pero, también,  mediático como ninguno otro antes y supo usarlo -de manera consciente- para mostrar su lado politizado, irreverente y barrial al mismo tiempo que, de forma no controlada, evidenciaba su machismo y sus profundas adicciones que lo explican como ser humano (aunque la religión que posibilitó lo haga parecer un DIOS).

**Licenciada en Sociología por la Universidad Veracruzana. Estudios de Maestría en pensamiento filosófico latinoamericano en Universidad Central de Las Villas “Martha Abreu”, Santa Clara, Cuba. Así como maestría en Historia Económica y Social y de los movimientos sociales de la Universidad Autónoma Metropolitana.

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