Pablo Salazar Mendiguchía no es de los que ríen. Pablo es de los que se carcajean. Se carcajea de lo que dice, de lo que recuerda, como si otro lo hubiera dicho y le pareciera una genialidad. Zumbón, se carcajea de todo. Su universo es, por supuesto, él mismo. Así somos la mayoría, pero Pablo lo muestra, lo demuestra. No es gratuito, por eso, que le digan el “Soloyó”; rechaza el sobrenombre, obviamente. Dice que ha sido el único gobernador que no permitió que su foto estuviera en las oficinas. “Mi gobierno intentó proscribir el culto a la personalidad. También, […]
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