
Se envuelven regalos
El vendedor siguió su paso. La mirada de Yunuen se detuvo en un letrero, Se envuelven regalos, colgando frente a una caja envuelta con papel de fiesta.
El vendedor siguió su paso. La mirada de Yunuen se detuvo en un letrero, Se envuelven regalos, colgando frente a una caja envuelta con papel de fiesta.
Tenían una papelería muy sui generis, en ella se podía comprar desde un lapicero, hasta estambre, agujas, aros para bordar y unas macetas pequeñas, con estilos no repetidos.
Mientras buscaba la casa de campaña, Bertha halló unas velitas que había olvidado que tenía en casa. Se le ocurrió que podría colocarlas en vasos chicos y hacer como un pequeño camino con ellas que le diera un toque especial frente al campamento.
Mientras caminaba se percató que había nuevos murales en algunas bardas de casas, varios de ellos con alusión a temas de cuidado a la naturaleza.
La mirada de Mariela se alegró, al fondo había una señora ya mayor, con una pañoleta roja cubriendo su cabeza, era la única que estaba vendiendo dulces. Los productos de la señora eran diversos, tenía dulces de cupapé, higos, camote, turuletes, chilacayote, gaznates y puxinú.
Apareció una mariposa amarilla en tamaño pequeño, volando en medio de la calle, luego una mariposa más se incorporó y como en una especie de sincronización los vuelos de ambas se conectaron.
Paola observó el reloj, las 5 de la tarde, tenía justo media hora para decorar las galletas de mantequilla del pedido que entregaría a las 6 en punto.
Era una niña migrante que junto con su familia había salido de su país, Venezuela, en busca de mejores oportunidades de vida. Había aprendido a leer pero al migrar no continuó estudiando.
La parada de colectivos de la ruta 142 estaba con una gran fila de espera. Margarita había salido de su trabajo puntualmente para ir a comer con algunas de sus amistades, justo se iría en la ruta 142.