El canto del cuenco
Dejó que el agua tibia acariciara cada parte de la cara, con movimientos suaves se dio un masaje sintiendo el aroma del jabón de romero y disfrutando ese instante.
Dejó que el agua tibia acariciara cada parte de la cara, con movimientos suaves se dio un masaje sintiendo el aroma del jabón de romero y disfrutando ese instante.
Echó un vistazo a algunos de sus libros, empezó a hacer memoria, cada uno tenía una historia de cómo había llegado a ella
Fue al patio y observó que las hojas de los árboles de limón estaban tristes, se veían casi cerradas, opacas. La hojarasca que cubría sus raíces era la que permitía guardar un poco la humedad cuando eran regadas.
El calor era intenso, según la aplicación del celular de Abril, marcaba los 38 grados. Seguramente eso era a la sombra, pensó. El clima tan cálido le provocaba somnolencia, también le hacía evocar algunos paisajes que describía en su literatura Gabriel García Márquez. Esa tarde, decidió dejar a un lado celular y redes sociales y tomar una siesta.
Abril entró en la dimensión de sus sueños, fueron varios, hizo una larga caminata. En uno de ellos observó a Tobías uno de sus amigos. Todo el tiempo lo vio a lo lejos, sin cruzar palabra alguna.
La historia de cada parte de la vajilla, los platos lisos en tamaños grande y mediano, los hondos, los tazones, los vasos y las tazas.
Se quedó pensando si la visita de la rana traía algún mensaje específico, como cuando en las culturas prehispánicas asociaban al croar de las ranas con la llegada de las lluvias.
Sintió un ligero roce en su espalda, giró y se percató que era una rama, la ventana de la casa estaba bellamente decorada con flores. Se acercó a una de las flores y halló en uno de sus pétalos a una catarina.
Como una especie de memoria fotográfica pero acompañadas de olores y sabores.