
Huir de la violencia de género: el caso de la migrante Lizbeth Topón
“Un día ella se me acercó y me dice: mami, quiero ir a Estados Unidos, ayúdeme. Mi hija no tenía trabajo, había mandado carpetas, pero nadie le llamaba”. Sandra Guiracocha relata la historia de la partida de su hija, Lizbeth, sentada en una habitación de su casa, en Cuenca, rodeada por sillas plásticas que emulan una sala de estar. “Además, ella decidió irse porque tenía mucha discriminación por ser más varón que mujer. Ella me dijo que allá nadie le iba a juzgar. Y yo le ayudé”, dice la mujer en un susurro, con vergüenza.