Las trampas del orgullo
Sabato: “Qué misterioso es el mundo. Solamente la gente superficial no lo ve. Conversás con el vigilante de la esquina, le hacés tomar confianza y al rato descubrís que él también es un misterio”.
Sabato: “Qué misterioso es el mundo. Solamente la gente superficial no lo ve. Conversás con el vigilante de la esquina, le hacés tomar confianza y al rato descubrís que él también es un misterio”.
Mark Twain escribió (p. 157): “Adán no era más que un simple humano. Si quiso la manzana, no fue por la manzana, sino porque era la fruta prohibida. El error estuvo en no prohibirle la serpiente, porque entonces Adán se hubiera comido a la serpiente”.
Kundera: «¡Mírales, míralos a todos! Al menos la mitad de los que ves son feos. ¿También forma parte de los derechos humanos ser feo? ¿Sabes tú lo que significa cargar con tu fealdad toda la vida? Tampoco has elegido tu sexo. Ni el color de tus ojos. Ni tu siglo. Ni tu país. Ni tu madre. Nada de lo que realmente cuenta. Los derechos de los que puede disponer el ser humano sólo se refieren a nimiedades por las que carece de sentido luchar unos contra otros o escribir solemnes declaraciones.»
“La ley no es la ley, sino el poder; este axioma está escrito por encima de los valles en los cuales perecemos. Nada es lo que parece ser en este mundo, todo es mentira. Cuando decimos ley, queremos decir poder; cuando pronunciamos la palabra poder, pensamos en la riqueza, y cuando la palabra riqueza aflora a nuestros labios, esperamos disfrutar de los vicios del mundo”.
Beatriz Ladrón de Guevara reseña el documental The Act Of Killing (2012), del director y productor estadounidense Joshua Oppenheimer y anota este dato escalofriante (p. 62): “La realidad es que cerca de un millón de personas murieron en Indonesia entre 1965 y 1966 y han quedado en el olvido”.
Las novelas de Emilio Rabasa son un excelente material de lectura. Los años no las han envejecido y gozan de cabal salud. Son muestras, también, de que alguna vez tuvimos en Chiapas a un gobernador culto.
Es obvio que, en esta novela, Rabasa quiere mostrar que este poder no es contrapeso, sino sirviente del que mejor paga. Como en las anteriores (Coderas, Llamas, Cañas, Cabezudo, Vaqueril, Gavilán, Rojo, Remedios…) aquí también los nombres y apellidos definen el carácter de los personajes
Aunque Emilio Rabasa Estebanell (1856-1930) fue un hombre muy importante en su época (gobernador de Chiapas, periodista, jurisconsulto, escritor), desde hace mucho es ya sólo nombre que evoca un teatro en Tuxtla, algunas calles, iniciativas culturales en Ocozocoautla, su azaroso pueblo natal. En general se le recuerda poco, aún menos en su faceta más creativa: novelista. Escribió cinco breves y ajustadas, divertidas, mordaces, críticas novelas.
Con mi mujer y unos amigos (René, Doris, Mary y Alfonso) formamos parte del grupo que se fue de vacaciones a Guatemala. Seis días. A Merce, la organizadora, nunca se le salió nada de control: precisa, amable, encantadora, gran contadora de chistes (uno de ellos es el epígrafe)… Un chofer experimentado, un autobús súper cómodo y puntualidad, tres celebraciones durante el viaje.