Territorio zoque de Chiapas, campo abierto al extractivismo
Como afirma la socióloga, Maristella Svampa (2012) el territorio se ha constituido en el lugar privilegiado de la disputa a partir de la implementación de nuevas políticas sociales diseñadas desde el poder con vistas al control y la contención de la pobreza y como espacio estratégico en términos de recursos naturales, sobre todo bajo la lógica del capitalismo extractivo que se ha instalado en nuestro país.
En ese sentido, este texto presenta el análisis del territorio histórico Zoque de Chiapas, donde la población local enfrenta silenciosamente los efectos de la modernización avanzada que plantea el modelo de desarrollo económico, sobre todo, bajo la narrativa del desarrollo sustentable que opera el Estado desde la década de 1990. Desde mi perspectiva, no es más que un modelo extractivo-agroexportador que se traduce en la reprimarización de las actividades y en el uso intensivo de los recursos naturales (agua, tierra bosques), minando la capacidad de agencia de la población local, de tal suerte que ciertos territorios, como el Zoque de Chiapas, pasan a formar parte de un circuito global para la reproducción del capital económico.
¿Por qué hablar del territorio?
El concepto territorio comenzó a cobrar importancia en la medida en que el concepto “región” (cultural, económica, plan, hidráulica, etc.) agotó las respuestas para resolver y entender los problemas multifactoriales y heterogéneos de alcance macro-regionales como pobreza, marginación, niveles bajos de bienestar, agricultura tradicional (roza, tumba y quema), que desde la óptica del modelo económico neoliberal, limitan el crecimiento económico de todo un país, de tal suerte que ciertos territorios, sobre todo indígenas, son vistos como “regiones perdedoras” o áreas deprimidas pues no lograron contribuir a la mejora económica del país.
Hoy, el viraje es mirar al territorio como área clave para detonar a las “regiones perdedoras” pues contiene no sólo recursos naturales disponibles, sino un alto capital social y económico basado en el sentido de pertenencia, cohesión, cooperación, identidad, intercambios de experiencias vividas, interiorización del paisaje, lazos de parentescos y la vecindad así como otras características culturales que permiten transformar escenarios adversos en el mundo globalizado, dicho de otro modo, la cultura hoy puede ser convertida en mercancía.
Sin embargo, posiciones como la del geógrafo marxista David Harvey (2012) afirman que lo que está en juego dentro del “territorio” es la expansión del poder del capital económico en su versión de imperialismo como una nueva forma de acumulación del dinero a lo que él llama acumulación por desposesión, que no es más que la explotación intensiva y el despojo de los recursos naturales mediante el uso de los bosques como generadores de estabilidad ambiental global, y por la otra, paradójicamente la expansión de la minería, el petróleo y la búsqueda de energía alternativas e incluso está acumulación alcanzaría a los tan anunciados “centros ecoturísticos” que no es más que la mercantilización de la naturaleza, de tal modo que, el territorio se convierte en el centro de la disputa entre quienes habitan el terruño y quienes aspiran a explotarla desde el capital económico como espacios multifuncionales, creando de esta manera tensiones y conflictos.
En medio de esta nueva dimensión económica del territorio surgen lenguajes de valoración por parte de los actores locales que se expresan en movimientos sociales en defensa del agua, los bosques y la tierra como bienes comunes, corriente bautizada por Joan Martínez Alier (2011) como el “ecologismo de los pobres” surgida en oposición al conservacionismo a ultranza que plantea un culto extremo a lo silvestre. Un ejemplo del conservacionismo a ultranza es la creación de áreas naturales protegidas donde la presencia humana está vedada.
Otra corriente surgida es la eco-eficiencia, que plantea el uso “eficiente” empresarial de la naturaleza, interiorizada como discurso bajo la responsabilidad social empresarial por parte de las grandes compañías en su afán de “reponer” algo a la naturaleza. En la corriente del “ecologismo de los pobres” se demanda el respeto al territorio, la autonomía y la autogestión de los recursos naturales mediante acciones directas de movilizaciones (Svampa, 2011) pues lo que está en riesgo es la reproducción social de quienes habitan el territorio y no de quienes aspiran a explotarlo.
El territorio histórico Zoque de Chiapas
Desde hace aproximadamente 2,500 años, los zoques construyeron un vasto territorio desde el sur de México, principalmente en el sur de Veracruz, Tabasco, Oaxaca y Chiapas, que Gareth Lowe (1998) definió como el área cultural zoque de Mesoamérica, que en algún momento estuvo integrada a su vez por dos grandes áreas: la parte núclear se encontraba en la costa del Golfo de México y una sub-area Olmeca estaría formada por Tabasco y Chiapas que en su momento se extendió hacia Guatemala y El Salvador. De esta manera, los resultados arqueológicos han podido afirmar que los zoques constituyen en realidad la “cultura madre” antes que los Olmecas.
Sin embargo, los procesos sociales, políticos, económicos y ambientales ocurridos en el territorio zoque como la conquista, la aparición de epidemias, hambrunas y la erupción de volcanes han diezmado la población originaria en los últimos 5 siglos, quedando reducidos en pequeñas “islas”. En el caso de Chiapas, las políticas modernizadoras del siglo XX diseñadas desde el Estado moldearon constantemente al territorio zoque como un espacio idóneo para el desarrollo del capital económico mediante el uso intensivo de los recursos naturales que ha dado como resultado un territorio indígena intervenido. Veamos algunos ejemplos.
El primer indicio del territorio zoque intervenido por el Estado fue la implantación y desarrollo de una política de ganadería extensiva en el trópico húmedo desde la década de 1930, que en el caso del área zoque arrancó en los municipios de Juárez, Ostuacán, Pichucalco, Reforma, mismo que se extendió hacia Chapultenango e Ixtacomitán y Francisco León, lugares tradicionalmente zoques.
Para 2010, los efectos de la política ganadera de larga duración, no solo ha contribuido a la devastación de gran parte de los bosques de niebla de Rayón, sino que en conjunción con las constantes crisis económicas, aceleró la conversión del campesino zoque en jornalero o migrante en los centros del gran turismo de la Riviera Maya y a otros polos urbanos. Tan solo en el periodo de 2006 a 2010, un total de 4 mil personas de 13 municipios zoques migraron hacia Estados Unidos.
El territorio zoque también ha sido utilizado para el desarrollo de mega proyectos como las presas hidroeléctricas de Malpaso y Peñitas desde la década de 1960, los cuales, generaron el desplazamiento de miles de campesinos e inundaron más de 30 mil hectáreas de tierras de cultivos agrícolas en Ostuacán y Tecpatán así como propiciaron la construcción de riesgos propios de países industrializados, de tal suerte que las turbinas de las hidroeléctricas pasaron a formar parte del paisaje natural en el bajo Grijalva, a costa del deterioro ecológico y el desplazamiento de comunidades campesinas.
El modelo extractivista de los recursos naturales también se ha acentuado en el territorio zoque de Chiapas mediante la ejecución del proyecto Ixhuatán, de capital extranjero y nacional a través de la compañía minera Frisco, propiedad de Carlos Slim, que involucra explorar y explotar los minerales en más de 4 mil hectáreas de tierras ejidales de comunidades indígenas zoques en un corredor minero que comprende al menos 10 municipios del área norte de Chiapas, bajo la promesa de mejora de la calidad de vida de los habitantes. Paradójicamente el capital y las decisiones de las empresas mineras son administrados desde Vancouver Canadá, colocando desde este modo al territorio zoque en el circuito global de la minería. Por su parte, la percepción del riesgo por parte de los lugareños se ha expresado en movilizaciones sociales en Tapilula.
La lógica de intervención del territorio alcanza hasta las tierras volcánicas con fines extractivos. Desde 2010, la comisión federal de electricidad realiza trabajos de prospección para establecer una plantea geotérmica dentro del cráter del Volcán Chichonal, ubicado en Chapultenango, con miras a insertarse en el mercado mundial de las energías alternativas, proyecto que no ha sido consultado a la población local, sobre todo, ejidatarios ocupantes de las faldas del volcán. A partir de las reformas energéticas realizadas en México en 2013, la posibilidad de que empresas privadas exploren y extraigan energía del Chichonal es altamente probable pues las condiciones jurídicas y políticas están dadas.
En todo este escenario, los actores locales, esto es los indígenas zoques, se les asigna una división territorial del trabajo. De esta manera, el área central del territorio – Pantepec, Tapalapa, Ocotepec y Rayón- aporta la mano de obra barata para las ciudades del sureste, los municipios del corredor ganadero y para la agroindustria bananera establecida en Tabasco a costa de una agricultura de subsistencia donde se acentúa la pobreza y los problemas ambientales del territorio. No es casual entonces que los pueblos zoques como sujetos excluidos de la producción de la riqueza ocupen espacios de riesgos en las faldas volcánicas y los conflictos agrarios se expresen en las escalas comunitarias.
Finalmente, el resultado de la intervención sobre el territorio zoque es la producción espacial de un territorio deprimido y fragmentado pues la pobreza alcanza a más del 98% de la población, en los últimos 6 años se han reducido más de 5 mil hectáreas de siembra de maíz, la emigración alcanza a las localidades más pobres y los servicios públicos son insuficientes. Desde la lógica económica, el territorio es visto como el espacio para la extracción de los recursos naturales, en este caso, tierra y agua, a costa del deterioro de las condiciones sociales del área.
En conclusión, el territorio histórico zoque de Chiapas sirve para la reproducción del capital económico bajo una endeble política de intervención y discurso gubernamental que en su conjunto reducen las tierras paras fines agrícolas y minan la capacidad de agencia de quienes viven en estos lugares a costa de tensiones y contradicciones sociales, de ahí que, debemos repensar el territorio zoque de Chiapas pues lo que está en juego es la sobrevivencia de la población indígena.
Interesante, pero mucho que desear en la investigación, ya que algunos datos de exploración minera son erróneos y sin bases. La minería es parte de la historia de nuestro México.
Saludos!