El fin del anonimato

Antony Flores Mérida

La idea

Anonymous. Legión. Un concepto convertido ya en una subcultura de la internet. Comprendidos o detestados, existen, se mueven, actúan. Se puede estar en desacuerdo con sus formas de acción: a ratos justicieros, a ratos activistas, a ratos, nada.

El anonimato en internet no es una idea novedosa. El usuario «anónimo» incluso está definido en foros y perfiles de comentarios para «identificar» a quien no quiso ser identificado ya sea por no tener un perfil, un nombre de usuario o interés en firmar su paso por un portal digital.

El anonimato digital es incluso un derecho. En países como Estados Unidos, la identidad anónima es una posibilidad que puede estar ligada al ejercicio de la libertad de expresión, según la Corte Suprema. (Derechos Digitales URL: http://www.derechosdigitales.org/glb/guia.php)

Sin embargo, está mal visto. ¿Quién es ese que lanza una acusación sin mostrar el rostro? ¿Quién es aquel que se atreve a criticar sin decir su nombre? ¿Quién es? ¿Quiénes son?

La reivindicación

 Las filtraciones de Wikileaks se dieron gracias a personas «anónimas» que aportaron grandes cantidades de información a Julian Assange. Las revueltas de la Primavera Árabe se gestaron en medio de miles de interacciones a través de redes sociales entre usuarios que sería imposible identificar, pero que lograron ponerse de acuerdo para salir a las calles y provocar una revolución donde no se esperaba. Los 131 jóvenes estudiantes de la Ibero que se identificaron mediante sus credenciales en un video provocaron, como reacción de la comunidad digital, el surgimiento de un grupo que se negó a identificarse (en un primer momento) con un liderazgo único, convirtiéndose así en el #YoSoy132.

La máscara de Guy Fawkes (el conspirador inglés que inspiró la imagen de la novela gráfica «V for Vendetta» y la película homónima) se ha convertido en la «máscara de Anonymous«, el colectivo digital integrado por usuarios de internet, hackers y hacktivistas que se afilian libremente a distintas causas y emprenden acciones variadas para reivindicar lo que consideran justo.

Estos últimos, bajo la idea del anonimato colectivo, han protestado desde el ciberespacio igual contra las agresiones a la libertad de expresión como contra la represión gubernamental de gobiernos nacionales o las pretensiones de empresas transnacionales.

Un «anon», como se identifica a una persona que se afilia a las acciones de Anonymous no es necesariamente un hacker. Es un activista más portando la máscara de Guy Fawkes con la pretensión de reivindicar una idea: Somos Anónimos. Somos Legión. No perdonamos. No olvidamos. Espéranos.

La realidad

El anonimato digital, como derecho, es vital cuando una persona desea expresarse en un ambiente de represión y vigilancia gubernamental. Pero puede ser incluso rechazado, como ocurrió con Eduard Snowden, el contratista de la CIA estadounidense que reveló un escándalo de espionaje de alcances globales emprendido por el gobierno norteamericano.

Snowden explicó, revelando así que nos encontramos en lo más cercano a una escena orwelliana, que un gobierno nacional, el de Estados Unidos, tiene la posibilidad de interceptar cualquier comunicación de sus ciudadanos, donde sea que se encuentren, sin que siquiera lo sepan.

A ello se suman denuncias en varias partes del mundo, incluido México, sobre las pretensiones y acciones gubernamentales para evadir el anonimato digital para la vigilancia de su ciudadanía.

Citizen Labs dio a conocer la presencia de un avanzado software (https://citizenlab.org/2013/03/you-only-click-twice-finfishers-global-proliferation-2/) de espionaje digital en varias partes del mundo.

La información, retomada por organizaciones como Propuesta Cívica y Contingente MX (http://eleconomista.com.mx/tecnociencia/2013/06/20/mexico-alerta-riesgo-espionaje-digital) permitió determinar que en México opera el software FinFisher.

Se trata este de un programa de cómputo que vigila y monitores las actividades y comunicaciones de las y los usuarios. Para hacerlo funcionar tiene que instalarse en los servidores del proveedor de servicios de internet. En México, su rastro se detectó en los servidores de las empresas Iusacell y Telmex.

Ante ello, grupos de activistas han solicitado al Instituto Federal de Acceso a la Información Pública y Protección de Datos Personales (IFAI) que informe sobre la presencia del programa y a qué información está accediendo de ser así.

La realidad II

En México, algunos casos habían permitido suponer que las comunicaciones digitales eran una prioridad estratégica para las autoridades federales: el arresto de dos usuarios de Twitter en Veracruz que fueron acusados de terrorismo en 2011, y más recientemente, el de usuarios en Sonora, Estado de México, Distrito Federal, Puebla y Nayarit, en los que los cargos en su contra se centraron en los mensajes que difundieron por redes sociales.

Con o sin programas como FinFisher, una cosa era segura: el gobierno (en cualquiera de sus niveles) vigila la conducta de sus ciudadanos en redes sociales… y actúa en contra de ellos como consecuencia de sus mensajes.

La posibilidad del anonimato digital es una idea que bien pueden ir desechando los hacktivistas o corren el riesgo de ser sorprendidos, como fue el caso de Gustavo Maldonado López.

@Gumalo3105, un Anonymous no muy anónimo

Gustavo Maldonado López es un usuario de las redes sociales Twitter, Facebook y YouTube. Desde sus cuentas personales y usando como imagen de perfil la máscara da Anonymous publicaba comentarios de crítica hacia las autoridades.

El 8 de agosto pasado fue retenido por policías estatales quienes, sin orden de aprehensión, lo subieron a un vehículo, lo trasladaron a dos agencias de administración de justicia donde le fueron retiradas sus pertenencias y posteriormente le informaron que lo acusaban de delitos contra la salud en la modalidad de narcomenudeo.

Los datos sobre la investigación en su contra están plagada de irregularidades: los policías que lo detuvieron desconocían su nombre, se asegura que la captura fue resultado de una larga investigación originada en marzo aunque sus captores son elementos de reciente ingreso a la corporación policiaca, la captura tuvo origen en una «denuncia anónima» y la supuesta droga que vendía Gustavo Maldonado no obra como prueba en el expediente, pues sólo existe una fotografía de los supuestos narcóticos, entre otras (http://roblesmaloof.wordpress.com/2013/08/14/libertad-para-gonzalo-maldonado-lopez/).

Así las cosas, Gustavo o @Gumalo3105, el «anonymous» se encontró con lo que, juzgan él, sus familiares y otros usuarios anónimos de la red, es una medida de represión por las críticas que lanza desde distintos foros contra las autoridades.

De confirmarse lo que a todas luces parece una acción que busca criminalizar un acto de libre expresión, se trataría de la reedición de agresiones ya ocurridas en años anteriores donde «denuncias anónimas» dieron origen a campañas de desprestigio e investigaciones judiciales contra usuarios de Twitter y periodistas en Chiapas.

Gustavo el «anonymous» intentó marcar, desde su modalidad de activista digital, una diferencia. Sin embargo, también expuso una vulnerabilidad que pudo ser aprovechada por quienes le acusaron: un usuario anónimo está más expuesto, carece de redes de apoyo a su alrededor, es una presa fácil una vez ubicado.

Incluso el colectivo Anonymous parece haber abandonado a Gustavo. Salvo usuarios independientes que siguen difundiendo el caso, el gran colectivo de hacktivistas poco ha hecho para hacer visible el caso de su correligionario.

La ilusión de anonimato

 Nadie tenga dudas sobre el hecho de que, de quererlo así, las autoridades pueden intervenir sus comunicaciones, identificar a cualquier usuario doméstico de tecnologías y vigilar así lo que dice, publica, comparte.

Ya no hay duda sobre el hecho de que la mayoría de los usuarios comunes y corrientes de las tecnologías pueden ser víctimas de espionaje en sus comunicaciones.

Ahora, la única duda que queda en el aire es quién será el próximo en ser violentado por aquello que publica en una red social.

El anonimato, salvo para quien tenga los conocimientos avanzados necesarios para blindar sus comunicaciones digitales, es una ilusión en la que algunos pueden seguir consolándose.

El fin del anonimato demuestra que esa frontera que algunos creímos en algún momento segura para la libertad de expresión, ha sido traspuesta. Si algo queda, quizá, sea actuar como hicieron personajes como Snowden o Assange, poner el nombre por delante con la seguridad de que si algo va a pasar, en efecto, pasará.

 

 

 

3 Responses to “El fin del anonimato”

  1. onicomicosis
    8 marzo, 2014 at 4:45 #

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